

A lo largo de nuestra vida distintas situaciones como la pérdida de una persona querida o de un trabajo provocan tristeza, ansiedad, nerviosismo… síntomas que desde hace unos años parece que se nos hacen totalmente intolerables. Pero, ¿cómo esperamos sentirnos ante una situación de desempleo o una ruptura sentimental?
Parece que la ausencia total de sufrimiento es nuestro objetivo y nos sentimos en el deber de repararlo de una forma inmediata.
Establecer la frontera entre enfermedad y malestar psicológico es complicado. Podemos en primer lugar definir qué es el malestar psicológico. El malestar psicológico se define como aquel sufrimiento legítimo, proporcionado, adaptativo y por lo tanto no patológico. En los últimos años hemos asistido por ejemplo a la “epidemia” de la depresión, de la fobia social… pero, ¿todo sufrimiento es enfermedad?
El concepto de psiquiatrización de la vida cotidiana hace referencia precisamente a la consideración que hacemos del malestar psíquico como algo patológico, como una enfermedad que se debe mitigar a través de la consulta con un psiquiatra o a través de los fármacos.
En este sentido y según encuestas recientes el consumo de psicofármacos ha ido en aumento en los últimos años. Por nuestra parte los profesionales debemos tener en cuenta que indicar un psicofármaco o una psicoterapia como tratamiento de cualquier malestar no siempre está justificado. Confiar en que todo sufrimiento puede tener su solución con un tratamiento médico, limita poco a poco nuestra capacidad para adaptarnos a situaciones estresantes.
¿Significa esto que en ningún caso el tratamiento en estos casos está justificado o que no podemos recurrir a un profesional de la salud mental?
La respuesta sería NO.
- En primer lugar parece importante que por parte de los profesionales tengamos clara nuestra limitación ante malestares cotidianos y sepamos diferenciar situaciones en las que el tratamiento médico sea necesario porque haya una clara interferencia de los síntomas en la vida de la persona o en las que no. En ocasiones las personas que acuden a pedir ayuda necesitan simplemente sentirse escuchadas, un espacio donde se pueda validar su malestar y que se reconozca como una reacción emocional normal identificando las claves para el logro del biesnestar.
- En segundo lugar a veces simplemente es necesario establecer un tratamiento farmacológico al que el paciente pueda recurrir si el síntoma es muy intenso. En este caso transmitimos la idea por un lado de que ese malestar no es una enfermedad que requiera sí o sí un tratamiento farmacológico y por otro, que la persona pueda sentirse más tranquila al saber que ante un síntoma desbordante puede recurrir a una ayuda que será puntual y que en ningún caso hará desaparecer un sufrimiento que es totalmente normal.
Otras, sin embargo, no está justificado un tratamiento farmacológico pero sí podemos ofrecer al paciente la posibilidad de un tratamiento psicoterapéutico que le acompañe en el proceso.
Debemos tener en cuenta que, cuando los médicos prescribimos un tratamiento, parece que estamos dándole al problema del paciente que se va a beneficiar de esa intervención un carácter patológico. Es importante siempre junto al paciente contextualizar su sufrimiento en su biografía, en sus circunstancias , facilitando su capacidad para valerse por sí mismo adquiriendo un papel más activo que le lleve a afrontar estas dificultades.
Ya Ivan Illich apuntaba en la segunda mitad del pasado siglo: “En los países desarrollados la obsesión por una salud perfecta se ha convertido en el factor patógeno predominante”.