En nuestro día a día nos enfrentamos a numerosas situaciones que pueden generar estrés. Generalmente tienen que ver con problemas relativos con el grupo primario de apoyo, relativo al ambiente social o a la enseñanza, laboral, de vivienda, económicos….
A dosis bajas, el estrés puede ayudar a la persona a enfrentarse a estos retos o conflictos. Sin embargo, existen situaciones que nos superan y en este caso el estrés se convierte en una emoción negativa, incapacitante provocando un gran malestar en la persona que lo sufre.
En la actualidad estamos sometidos a fuertes presiones, en ocasiones durante periodos prolongados de tiempo. Muchas veces, ni siquiera la persona sabe que está padeciendo estrés; sintiéndose irritable, cansado, frustrado y con molestias físicas (contracturas, dolores de cabeza, sudoración, taquicardias…) sin saber cuál es la fuente que le genera estos problemas.