

Uno de los motivos de consulta que de un tiempo a esta parte, con más frecuencia nos encontramos en el ejercicio del trabajo clínico con personas, son las dificultades asociadas y el malestar generado ante la búsqueda infructuosa de un embarazo.
Un proyecto que para muchas personas es importante e identitario, pero que sigue un curso con una duración variable y resultado incierto, puede convertirse en función de cómo lo afrontemos, en una etapa vivida con malestar, estrés y angustia por sus protagonistas (ya sean estos, parejas o mujeres en individual).
Técnicamente, no se empezaría a hablar de infertilidad hasta pasados dos años de intentos de embarazo sin que este se produzca; no obstante, cuando ya han pasado los primeros meses de intentarlo y el embarazo no se ha conseguido, la ilusión y bienestar con el que se afrontaba esa etapa puede comenzar a desaparecer, dando lugar a dudas, miedos y preocupaciones: ¿Por qué no nos quedamos embarazados? ¿Y si hay algún problema?…
Hay autoras y autores excelentes que escriben sobre maternidad/paternidad e infertilidad que hablan de la incapacidad de tener hijos/as como la pérdida de algo invisible. La gran mayoría de nosotras/os nunca habrá puesto en duda la capacidad de poder tener descendencia biológica (otra cosa será no querer, y de eso ya hablaremos en otra ocasión), por ello, cuando el embarazo tarda, aparecen los fantasmas y los miedos, algo que en general, nos cuesta bastante manejar de una forma adaptativa.
Pero ¿por qué? ¿Por qué nos cuesta tanto manejar una situación como esta? Primero porque supone experimentar y gestionar la incertidumbre, una emoción con la que no nos llevamos del todo bien. Y segundo, porque en casi todas las ocasiones, la no consecución de un embarazo, tambalea la imagen que tenemos de nosotros/as mismos/as como mujeres y hombres: ¿en qué clase de mujer/hombre me convierto si no puedo tener hijos/as?
Así que tenemos un cóctel muy particular, una de las emociones que más nos cuesta gestionar (y si no me creéis, pensad en todo lo que hacemos para tratar de controlar incluso lo incontrolable, si no, a la superstición me remito) junto con un ataque a parte de nuestra identidad. Esta combinación, que casi siempre está acompañada de presión social y dificultades en la comunicación de la pareja –si este proyecto no se aborda en individual- suele llevarnos a la desestabilización, la frustración y la ansiedad.
¿Y ya está? ¿No se puede hacer nada? Claro que si. Esa es la buena noticia.
Aparte de los aspectos médicos, en los que la indicación sería estar bien informados/as y seguir los consejos de médicos y médicas que son quienes tienen la capacitación técnica para indicarnos qué pautas seguir en función de cada caso individual; hay varias indicaciones psicológicas/sexológicas que pueden ser de utilidad.
La idea principal es la siguiente: la búsqueda de un embarazo puede tardar más o menos en dar sus frutos, e incluso puede no darlos de forma natural, por ello, el tratar de que el proceso sea lo más positivo y adaptativo posible, va a marcar una diferencia en la vivencia y el impacto del mismo.
Por lo tanto, entender que es un proceso que sin que haya ninguna dificultad puede tardar más o menos en tener resultado, es un primer paso. Hay parejas que sin ninguna condición fisiológica que impida el embarazo, tardan meses e incluso años en conseguirlo. También hay parejas que con elementos en contra (ovarios poliquísticos o baja calidad espermática) lo consigue sin problema.
Llegado el caso, serán los/as profesionales los que nos indicarán si es necesario hacer alguna prueba o dar algún paso más para facilitar la consecución del embarazo, hasta ese momento, la salud y la capacidad reproductiva, se dan por hecho.
Otra clave importante sería modificar lo menos posible nuestra vida cotidiana. En nuestra búsqueda de controlar lo incontrolable, podemos llevar meses tomando ácido fólico, no consumir alcohol ni comer pescado crudo, o no hacer ejercicios de impacto. Tomar todas estas medidas (salvo indicación médica) no es necesario, no aumenta las posibilidades de embarazo y no solo nos restará disfrute en nuestro día a día –“con lo que me gustaba cenar con una copa de vino”- , sino que nos recordará todo el tiempo nuestra infructuosa búsqueda.
Y por último, no nos olvidemos además de algo: las relaciones eróticas están para disfrutarlas. Que maravilloso el que además del placer y la comunicación las relaciones eróticas (o relaciones sexuales como cualquier persona que no sea profesional de la Sexología diría), se añada la función reproductiva a la ecuación. Pero que menos maravilloso es que la búsqueda de la reproducción, eche de la ecuación a la comunicación y al placer.
Tener encuentros eróticos solo en los días fértiles, no masturbarse (si se hacía antes), que todas las relaciones incluyan necesariamente la penetración vaginal o colocarnos en posturas poco cómodas por si “aumentan las posibilidades”, a lo único que suele llevar, es a vivir con rigidez y presión las relaciones eróticas, a hacer más evidente la falta de consecución del embarazo y a convertir una situación normal en un problema que nos impacta y mucho.
Esperamos que estas breves líneas os acompañen en el camino de gozar de la construcción de un proyecto tan bonito para las personas que lo eligen como es la paternidad/maternidad. Ya sabéis: ¡a disfrutarlo!
Desde luego, la complejidad de una situación como la búsqueda de un embarazo, cuando no es vivida con bienestar, es mucho mayor de lo que se aprecia en estas líneas. La intención de este artículo es arrojar algo de luz a esta realidad, por lo que si estás o conoces a alguien en esta situación, no dudes en contactar a Centro TAP, para profundizar. Estamos a vuestra disposición.