

ALGUNAS CLAVES SOBRE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL
“Un clavo saca otro clavo”, “La mancha de una mora, con otra verde se quita”, “A rey muerto, rey puesto”…. Refranes que casi todos en algún momento habremos escuchado e incluso expresado, y que tristemente, no cuestionamos. Quizás no nos paramos a pensar en si es o no conveniente saltar a otra relación sin pasar el duelo por la ruptura (al igual que durante cierto tiempo lloramos la muerte de un ser querido), o en el posible riesgo para la persona que ha sufrido una separación de poder escoger a una pareja poco adecuada con tal de no sentirse solo/a… Cuántas veces estas frases se emiten en forma de consejo, o se dicen con alborozo porque alguien a quien queremos recupera la ilusión o la felicidad junto a una nueva pareja….
Y qué hay de la música y el cine, donde el amor romántico, el “de verdad”, el que vale la pena es desgarrador, duele, hace sufrir, y se acompaña con descripciones como el “sin ti no soy nada”, “si te marchas, me muero”… o Antonio Machado, que lo describió con aquel “ni contigo ni sin ti mis penas tienen remedio, contigo porque me matas y sin ti porque muero…”
La dependencia emocional, si acudimos a una descripción teórica se define como “un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir desadaptativamente con otras personas”. Quien más quien menos, al leer esta definición puede comenzar a evaluarse a sí mismo: “entonces, si tengo necesidades emocionales, y busco cubrirlas con alguien, a través de relaciones afectivas, ¿soy dependiente?”. La respuesta es no necesariamente, porque somos seres sociales, tenemos necesidades afectivas que cubrimos con personas cercanas como familia, amigos y por supuesto, pareja…
¿Cuál es la clave entonces para discriminar si existe una dependencia emocional? Una persona dependiente únicamente cubre sus necesidades afectivas con otra persona, especialmente sucede con la pareja, y lo hace de forma muy disfuncional ya que esa persona pasa a ser su TODO, será la pareja quien ocupe el número uno de prioridades, de tiempo, de cuidado… hasta el punto de idealizarla, abandonar otras relaciones afectivas, y querer a esa persona por encima de uno mismo. Esa relación, se convierte en una NECESIDAD EN SÍ MISMA, hasta convertirse en algo obsesivo y el mero hecho de pensar en no tenerla algún día, provoca un desasosiego y una angustia desproporcionadas. De ahí, que cuando este miedo aparece, el individuo comienza a vivir en un estado de alerta constante ya que lo más temido es un posible abandono de la relación por parte del otro. Se pueden poner en marcha entonces estrategias como controlar a la pareja, pasar cada minuto libre con ella, evitar relacionarse con otras personas, agradar en cada cosa que el otro quiera , dejar aficiones para practicar las del otro, abandonar relaciones propias por fundirse en su grupo de referencia… En algunos casos incluso, se pueden soportar tratos vejatorios o abusivos por el miedo a perder a la pareja, lo que pone aún más en riesgo a la persona dependiente por caer en un estado de completa sumisión.
Y todo esto ocurre porque la idea de de fondo es que sin el otro no se es nada… Deja de existir un “yo”, para haber un “contigo”, se abandona la propia vida para vivir a través de la del otro, se crea una relación insana, que lejos de producir enriquecimiento, empobrece a la persona que lo sufre pues se pierde a sí misma en el camino de necesitar de alguien para sentirse bien.
¿Quién puede tener un problema de dependencia? Hoy en día, muchos de nosotros. La sociedad nos lleva constantemente a pensar que uno de los fines del ser humano es tener pareja, nuestra valía como personas algunos la miden en función de si se tiene o no una relación afectiva…. Y ayyy de quedarse solo! Peor en las mujeres por aquello de “quedarse para vestir santos” (porque algunos hombres todavía se pueden sentir aliviados siendo “unos solteros de oro”).
Pero al margen de la sociedad actual, la dependencia incide significativamente en personas con una baja autoestima, porque son éstas quienes más miedos tienen a no encontrar otra pareja, a que nadie les quiera, a poder quedarse solas… Por lo que serán capaces de prolongar relaciones muy insatisfactorias bajo la premisa de “mejor esto que nada”, o sólo tendrán el coraje de finalizar esa relación si se tiene a otra persona en la recámara o incluso con quien ya hayan podido iniciar una relación en paralelo, y en caso de encontrarse solos, buscarán inmediatamente a alguien que cubra ese espacio (sin seguir ningún criterio racional, sólo la premisa de que quiera estar conmigo). Muchas personas pueden descubrir que en su línea de vida no han pasado prácticamente ningún periodo de soltería, porque han saltado de una relación a otra por lo que no han llegado a crecer o madurar de forma autónoma e individual.
Entonces, muchos de los que estéis leyendo este post os preguntaréis, ¿esto tiene cura? Y la respuesta es ¡POR SUPUESTO! Si la dependencia se produce por esa necesidad de sentirse amado, querido e importante para alguien, una persona que me haga sentir que valgo la pena, la raíz del problema es precisamente éste: el no quererme, no valorarme por quién soy. En consulta lo representamos con una imagen: un enorme agujero negro en el pecho que requiere que desde fuera venga el afecto que lo pueda rellenar. Un individuo con baja autoestima, por una pobre o mala valoración de sí mismo será quien tenga ese agujero, por lo que necesita que de manera constante haya alguien que a través de muestras de amor, cariño, y atención rellene ese hueco para poderse sentir completo. La solución no es sencilla, y requiere un trabajo terapéutico de fortalecimiento de la autoestima, pero el resultado es un antes y un después en la vida del paciente: sólo si iniciamos la aventura de querernos más a nosotros mismos seremos capaces de cubrir ese agujero, y por tanto, no necesitaremos a nadie a nuestro lado que lo rellene… Sólo aceptaremos que alguien que nos merezca verdaderamente la pena y que sume felicidad a nuestra vida ocupe ese valioso lugar.
Entonces, ¿dejaríamos de ser románticos? ¡En absoluto! la versión romántica de esta nueva situación sería un: “te amo, te quiero, pero afortunadamente, también me quiero a mí, así que aunque no quiero perderte, no te necesito para vivir y ser feliz”.
No hay amor suficiente capaz de llenar el vacío de una persona que no se ama a sí misma