

En los últimos años muchos son los medios que se han hecho eco de la alarmante tendencia al alza del uso de psicofármacos en nuestro país, en concreto ansiolíticos, medicamentos destinados al control de la ansiedad.
A nadie le gusta sentir ansiedad, pero es necesaria
La ansiedad es una señal de alerta que nos avisa de algún peligro, ya sea real o imaginario. Sentir ansiedad es la forma que tiene nuestro cuerpo de ponerse en marcha para resolver un problema. Aunque las sensaciones físicas derivadas de la ansiedad como las palpitaciones, la opresión en el pecho, la sensación de falta de aire, el hormigueo, la visión borrosa, los sudores… son muy desagradables, es positivo porque permite estar capacitados para afrontar muchas de las situaciones a las que nos enfrentamos en nuestro día a día: una entrevista de trabajo, un exámen, una mala noticia, etc.
Es cierto que para muchas personas esta situación deja de ser en un momento dado adaptativa y se convierte en intolerable ya que lejos de activar y prepararles para afrontar una determinada situación, les bloquea y es una fuente de malestar intenso.
Pero en relación al abuso de fármacos al que hacemos mención al inicio de estas líneas, cada vez son más las personas que demandan medicación ansiolítica para frenar esa ansiedad que tan “necesaria” es en algunas ocasiones.
En esta sociedad actual, el dolor, el malestar, resulta cada vez más intolerable. Parece que hay que reponerse ante una ruptura sentimental, un fallecimiento, una pérdida económica, lo antes posible, dejando de lado que los sentimientos negativos ante estas situaciones forman parte de un duelo normal, sano y que cada cual necesita de un tiempo diferente para sobreponerse de estas situaciones.
Sin embargo, como decíamos, algunas personas prefieren el atajo de la pastilla antes que enfrentarse a los problemas con sus propios recursos y evitan emociones que son necesarias.
Los ansiolíticos pueden ser un buen remedio durante un tiempo determinado y para problemas concretos siempre bajo prescripción médica, pero el problema al que nos enfrentamos es a la automedicación, a la dispensación en farmacias sin receta, a la necesidad nuestra de alivio inmediato de lo negativo, que hace que esta situación resulte incontrolable.
Por otro lado, los ansiolíticos no sólo no curan el problema, puesto que la medicación se dirige principalmente al alivio de los síntomas, sino que cada vez más en las consultas nos encontramos con graves problemas de adicción a estos fármacos, otra cuestión a la que conviene dedicarle unas líneas más adelante…