

Desde el confinamiento, hemos podido observar cómo se han ido generando una serie de emociones, pensamientos y experiencias vitales muy diferentes a las que estábamos acostumbrados pudiendo desarrollar miedos y/o fobias, influyendo en nuestras capacidades de regulación emocional y en nuestra rutina y dinámica diaria. Aunque poco a poco nos vamos adaptando a las nuevas circunstancias, es fundamental que normalicemos esta vivencia emocional por la que nunca habíamos pasado como consecuencia de la situación de crisis vivida.
Además, en algunos casos, con el desconfinamiento estas emociones desagradables no han disminuido e incluso han incrementado. Algunos de nosotros en estos días en los que poco a poco hemos podido salir a la calle, ampliando los horarios de ocio en el exterior y minimizando las restricciones de confinamiento, podemos mostrar una evitación significativa ante las situaciones cotidianas, como consecuencia de la pérdida de seguridad derivada del COVID-19: evitación y/o miedo al ir a tirar la basura, al acudir a alguna consulta médica, a comprar a grandes supermercados, salir a pasear con los niños, o hacer deporte por zonas comunitarias entre otras.
¿Es normal que me sienta así?, ¿Estoy generando una fobia ante situaciones que antes formaban parte de mi día a día?, ¿Podré volver a la normalidad?
Seguro que os habéis visto reflejados a vosotros mismos o a alguna persona cercana en esta situación de evitación y angustia tanto durante el confinamiento, como ante la vuelta a la normalidad (y no pasar tanto tiempo en el hogar entendido como un lugar seguro). Por ello, podemos empezar a hablar de la diferencia entre una fobia y un proceso emocional de miedo irracional y vulnerabilidad que, siendo algo que podemos enmarcar dentro del momento de crisis en el que nos encontramos, puede recordarnos a una fobia.
La fobia se define como un miedo intenso e irracional, casi patológico, hacia una situación, actividad, persona, animal o cosa, que se considera desproporcionado.
Existen algunas fobias que pueden verse incrementadas en las personas como consecuencia de la pandemia (algunos pacientes que estaban en tratamiento habrán podido tener recaídas en su proceso), y en otras que previamente no la tenían, pueden identificarse síntomas y patrones de pensamiento que recuerdan a estas fobias: la claustrofobia (a estar en espacios cerrados sin la posibilidad de salir) la nosofobia (miedo a padecer una enfermedad), la tanatofobia (miedo a la muerte), la agorafobia (miedo intenso a estar en un espacio público y abierto del que no tenemos fácil “escapatoria” si sufrimos un ataque de pánico) o la fobia social (ya que acostumbrados a estar en contacto con poca gente, puede verse incrementado este miedo de verse expuesto al contacto con otros). Los factores predisponentes que incrementan la probabilidad de tenerla o intensificarla, son componentes de vulnerabilidad como pueden ser la ansiedad generalizada, trastorno de pánico asociado, pensamientos anticipatorios y obsesivos, depresión o hipocondría. Los factores precipitantes en esta crisis del coronavirus son aquellos estresores internos y externos que aparecen antes del episodio fóbico y son los elementos que influyen en este, pensamientos con respecto a contraer la enfermedad, tener que salir a la calle, vernos expuestos a personas o lugares susceptibles de generarnos contagio, personas que no cumplen las reglas de la desescalada, atender a los índices de contagio y muertes, …etc.
Ante el proceso que estamos viviendo, es normal que las fobias previas que pudiera padecer la persona, como las identificadas anteriormente, se potencien llegando a generar síntomas tan limitantes como ataques de pánico, insomnio, depresión, angustia, falta de apetito o irritabilidad. Con el paso del tiempo, la normalidad a la que volveremos, y siguiendo ciertas pautas de manejo, podrán volver al punto de origen si estaban en tratamiento, y en caso de no ser así, sería conveniente que buscaran ayuda profesional para eliminar esta problemática si es limitante.
Por el contrario, para aquellos que han sentido este miedo o angustia muy intensos a raíz de la crisis del coronavirus, tenemos que saber que en un momento como el actual donde el sujeto se percibe con un alto nivel de peligro y vulnerabilidad, este tipo de reacciones emocionales de miedo forman parte de la respuesta posible de las personas, y en caso de no prolongarse en el tiempo o ser demasiado intensas y/o limitantes, no deben preocuparnos. Sentir miedo o rechazo a realizar tareas cotidianas como dar paseos en familia, tener proximidad física con personas que no conocemos al cruzarnos por la calle o compartir espacio con personas fuera del entorno familiar, sería una reacción emocional condicionada por la preocupación ante un posible contagio, ya que sentimos incertidumbre ante situaciones cotidianas, algo que a muchas personas les genera un enorme malestar. Sentir cierto miedo o temor en este caso es una respuesta adaptativa que nos lleva a protegernos del contagio y a tener conductas prosociales como mantener la distancia física con otras personas.
Como decimos, esta crisis puede dejar un huella psicológica, y por tanto, Este proceso emocional que recuerda a una fobia puede ser algo normal, y nos hemos podido sentir identificados en algún momento o en muchos momentos durante el confinamiento y desescalada, pero, ¿podemos hacer algo para manejarlo?. ¡Claro que sí! Vamos a proponeros algunos recursos y claves para el manejo para la disminución de esta reacciones emocionalmente negativas:
- Como decimos, esta es una respuesta esperable en el ser humano, pero no podemos obviar que puede condicionar negativamente nuestra vuelta a la normalidad en caso de que resulte muy intensa y por tanto limitante. Por lo que con el fin de avanzar con lo que antes eran nuestras rutinas del día a día, podemos tratar de ir adaptándonos a esas situaciones temidas haciendo salidas de manera paulatina, sin forzarnos, pero incrementando en la medida de lo posible el nivel de exposición. El ser humano a medida que va venciendo las situaciones temidas nota que la tranquilidad y la satisfacción por el reto conseguido aumenta, lo que genera a su vez un mayor nivel de bienestar (pese al malestar inicial), ya que se comprueba que aquello a lo que tememos no ocurre. Así estas exposiciones favorecerán la extinción de estas reacciones emocionales desagradables de miedo o angustia.
- Analizar si los pensamientos son anticipatorios y/o magnifican la probabilidad de ocurrencia de la situación temida.
- Identificar las emociones que estamos teniendo y sus reacciones fisiológicas ¿cómo lo estamos notando en nuestro cuerpo?).
- Normalizar esta situación extraordinaria, entender y aceptar que vivamos esto con una mayor sensación de angustia y temor, pero aunque sigamos sintiendo incertidumbre sobre los próximos meses, ¡esto pasará!).
- Evaluar y eliminar las conductas de evitación que pese al fin de protegernos y mantenernos seguros, están incrementando la sensación de miedo, inseguridad y vulnerabilidad.
- La aproximación y la exposición, son mecanismos necesarios para afrontar el miedo y el estímulo temido, afrontándolo activamente. Será importante ir enfrentándonos a estas situaciones temidas, pero no hacerlo de forma abrupta, es necesario que nos vayamos preparando poco a poco y sin forzarnos
- Incorporar actividades que ayuden a desactivar mental y sintomatológicamente, como técnicas de relajación, respiración o Mindfulness.
Aunque es normal tardar un tiempo en tomar medidas para ver cómo evoluciona el malestar, Si por uno mismo no podemos encontrar solución ante nuestra dificultad, antes de que se dispare el síntoma y nos sintamos desbordados, es importante que acudamos a profesionales de la psicología para que nos ayuden a regular y gestionar nuestro malestar.