

“Mantener las rutinas de estudio durante las vacaciones: norma esencial para que nuestros hijos e hijas salgan exitosos el curso que viene”
Ester Sánchez Moro. Psicóloga Educativa
Es un hecho que las condiciones y los nuevos hábitos derivados del confinamiento han hecho que la comunidad educativa y, con ella, nuestros hijos, hayan tenido que reinventarse para poder seguir aprendiendo.
Las nuevas metodologías educativas obligadas por la situación de aislamiento, han tenido consecuencias positivas y negativas en los niños y adolescentes, veamos cuáles han sido:
Aspectos positivos
- Buen uso de las herramientas tecnológicas: Los adolescentes no tienen por costumbre utilizar las aplicaciones de sus móviles o sus redes sociales para aspectos que tengan que ver con el aprendizaje. Las suelen utilizar para comunicarse con sus iguales o para navegar por internet según los intereses personales de cada uno. Debido a las condiciones de aislamiento, la única manera de comunicarse con sus profesores era a través de plataformas educativas de videollamada y mensajería. Los alumnos han tenido que ponerse manos a la obra con lo que más les gusta: sus tablets y smarthphones. Pero esta vez no lo hacían para seguir a sus influencers preferidos, sino para poder comprender las operaciones con potencias o para enterarse de las instrucciones a seguir para hacer un trabajo de Historia.
- Adquisición de nuevos aprendizajes básicos para la vida: Cosas tan sencillas para un adulto como guardar archivos en el ordenador o mandar un correo electrónico correctamente, puede parecerle un mundo a un adolescente que, aunque haya nacido en la era digital, nunca antes había tenido la necesidad de hacerlo, o al menos, no con tanta frecuencia. Por suerte, los niños aprenden rápido, y gracias a este confinamiento obligado, han logrado adquirir competencias básicas que quizás de otra manera no hubieran logrado hasta mucho más tarde.
- Autonomía en su organización: Normalmente son los profesores los que comunican de manera oral a sus alumnos las tareas que tienen que realizar para el día siguiente o las fechas de los exámenes. Durante los meses de cuarentena, la comunicación de todos estos aspectos por parte de los profesores se ha hecho vía online. Esto ha ayudado a muchos niños a mejorar su organización, al tener todas las tareas planificadas y fechadas por escrito.
Aspectos negativos
- Aprendizajes superficiales: El formato online tiene importantes lagunas que hacen que disminuya la calidad del aprendizaje de los alumnos. La falta de explicaciones de las materias por parte del profesor o las carencias educativas de las clases en grupo por videollamada, hace que los niños aprendan de una manera superficial, en la que “todo les suena”, pero no han llegado a profundizar en los contenidos ni a afianzar los conceptos adecuadamente, lo cual puede pasarles factura el curso siguiente.
- Sistemas de evaluación de poca fiabilidad. Debido a la situación excepcional vivida y pensando en cómo eso puede afectar a los menores y a sus familias, los distintos organismos educativos han decidido, con muy buen criterio, dar facilidades a los alumnos para sacar el curso adelante. Esto quizás pueda hacer que, en algunos casos, los niños tengan una falsa sensación de suficiencia y de calidad de sus aprendizajes que no se corresponden con la realidad. También se han producido ejemplos opuestos de niños a los que el formato de exámenes online les ha lastrado, haciendo que sus calificaciones empeorasen con respecto a las evaluaciones anteriores.
- Ritmo de trabajo muy disminuido. La época de marzo a junio suele ser la más dura del curso para un estudiante. Coincide el final de curso, las recuperaciones, la sobresaturación de temario… A las seis horas diarias de clase, se les debe sumar otras tantas de estudio y trabajo en casa. Los exámenes son continuos y la presión y ritmo de trabajo del alumno, muy altos. En cambio, este final de curso también ha sido atípico en eso. Las horas lectivas, si las había, eran inferiores en número a las de un curso académico normal. A pesar de poner los profesores todo su empeño y profesionalidad, la falta de exámenes presenciales y el nuevo formato educativo, al que todos hemos tardado en acostumbrarnos, ha producido un descenso en el ritmo de trabajo de los alumnos con respecto a los anteriores trimestres.
Las consecuencias negativas que este confinamiento ha tenido para la educación y el aprendizaje de niños y jóvenes, se observarán de manera masiva durante los primeros meses del curso que viene. Cuando los niños y adolescentes deban volver a las aulas, a sentarse en un pupitre durante seis horas, para después tener que continuar otras dos o tres en casa porque han vuelto los métodos de enseñanza y evaluación tradicionales, no nos sorprendamos si a más de uno se le ha olvidado estudiar o no es capaz de seguir el ritmo de trabajo que requieren las asignaturas.
Por suerte, aún estamos a tiempo de remediarlo, ayudando a nuestros hijos a mantener unos hábitos mínimos de trabajo durante las vacaciones que le permitan no desconectar en exceso, así como reforzar los contenidos académicos que lleven más flojos.
Para asegurar un aprendizaje eficaz y duradero es necesario un plan de trabajo diario guiado y supervisado que abarque los contenidos y procedimientos de las principales asignaturas, y que además permita el refuerzo y aprendizaje de técnicas de estudio y planificación adecuadas.
Sólo de esta manera lograremos que, en septiembre, la “nueva normalidad” no le juegue una mala pasada a unos niños que llevan demasiados meses sin asistir al colegio y por tanto con una formulación de aprendizaje nueva