

En los meses más duros de la pandemia, el personal sanitario ha sufrido una demanda asistencial muy elevada haciendo necesario que pusieran en marcha una serie de recursos institucionales y humanos para hacerles frente. Ante una situación de emergencia tan elevada y mantenida en el tiempo, es habitual encontrar personal sanitario con cierto desgaste emocional que en muchas ocasiones sale a flote cuando la demanda objetiva ha disminuido.
Por eso es frecuente que, pasado el pico de la pandemia, muchos sanitarios han notado como su ritmo de sueño no se normalizaba, su estado de ánimo seguía irritable o muy bajo, así como dificultad para gestionar algunas de las emociones más habituales en esta situación (miedo, rabia, ansiedad, frustración…)
Además de esto, el apoyo social que el personal sanitario recibía en los meses de confinamiento se fue desinflando con el tiempo e incluso en algunas ocasiones se pudieron observar conductas discriminatorias a este colectivo por el miedo al contagio. En otros casos, el personal no ha recibido el apoyo institucional necesario para el cuidado y recuperación. Todo esto evidentemente no ayuda a que las personas que se estaban recuperando de una situación tan estresante como la vivida pudieran hacerlo con normalidad.
Afortunadamente a pesar de las duras circunstancias, la mayoría de ellos han conseguido manejar esta situación y encontrar cierto equilibrio. Sin embargo, hacia el final del verano, hemos podido ver como el número de casos COVID han ido aumentando y como consecuencia la demanda asistencial.
De alguna manera, el personal sanitario ha podido ver cómo la amenaza de volver a vivir una situación similar a la anterior podría hacerse realidad. Esto puede activar una serie de mecanismos que de nuevo conecten con emociones difíciles de gestionar. Es importante tener en cuenta que la situación actual no es tan dramática como la de hace unos meses y que contamos con la ventaja de conocer mejor el funcionamiento del virus, sin embargo, es lógico que se anticipen posibles peligros tras lo ocurrido.
En este sentido, queremos ofreceros a todo el personal sanitario algunas pautas y aspectos a tener en cuenta, que ayuden a gestionar el malestar emocional que pudiera aparecer:
Entender que muchos de los síntomas de activación tienen una función adaptativa te facilitará y ayudará
- Ante una situación de peligro o amenaza, el ser humano se prepara para adaptarse y hacerle frente, para ello necesitamos estar más activados de lo habitual. Si nuestras reacciones físicas, emocionales y cognitivas no cambiaran ante una situación de peligro, nuestras posibilidades de éxito o incluso de supervivencia bajarían enormemente.
Atender a tus emociones, a pesar de que éstas sean negativas
- Identificar y regular nuestras emociones es fundamental en este proceso. En este sentido es importante tener en cuenta la función adaptativa o no que estas puedan tener.
- Para conseguir averiguarlo, primero debemos identificar los cambios que provocan en nuestro cuerpo, las señales fisiológicas que se activan y los pensamientos que aparecen en relación a esta vivencia. Podemos observar también el componente conductual que puede acompañarlas.
- Tras esta observación, nos será más fácil poner una etiqueta o nombre a la emoción que estamos sintiendo. Es importante darnos permiso para sentirlas y en muchos casos estas irán disminuyendo en intensidad. Cuando la emoción permanezca, deberemos analizar si esto se debe a que sigue siendo necesaria (por tanto, es adaptativa) dada la situación, o si por el contrario estamos haciendo alguna interpretación desajustada que no nos permite regular la emoción.
No anticipar en exceso
- Es entendible que tras lo vivido hace unos meses, nuestra cabeza active un aviso para que nos preparemos para volver a enfrentarnos de nuevo a lo mismo. Sin embargo, es importante parar y analizar la situación, ya que afortunadamente los recursos e información que contamos actualmente son mayores que en el pasado.
Reducir la incertidumbre y la sensación de falta de control
- Por este motivo es importante enfocar nuestra atención en aquellas acciones concretas que a corto plazo podemos abordar y que dependen directamente de nosotros mismos. De esta forma aumentara nuestra sensación de autoeficacia y seguridad.
Atender a tu autocuidado
- Para que nuestra mente y nuestro cuerpo puedan hacer frente a una situación de estrés mantenida en el tiempo, es fundamental que nos cuidemos especialmente. Para ellos es importante en la medida de lo posible, respetar un horario de descanso, así como una buena alimentación. Dedicar un tiempo de ocio diario totalmente ajeno a la situación también nos ayudará a descansar mentalmente. Tendremos que ir ajustándolo en función del tiempo de que dispongamos. Tener una lista con aquellas actividades o situaciones que nos hacen sentir bien nos pueden ayudar a elegir en un momento dado. Si disponemos de poco tiempo podemos dedicar unos minutos a dirigir nuestra mente a pensamientos más positivos como podría ser traer a la mente recuerdos agradables del pasado, planificar alguna actividad que nos guste o simplemente realizar un ejercicio de relajación que nos conecte con sensaciones agradables.
Alimentar la resiliencia
- En este sentido, es importante recordar qué aspectos nos ayudaros a afrontar otras crisis o dificultades en el pasado, así como reconocer nuestras capacidades y valores para poder llevarlo a cabo.
Fomentar el apoyo social
- En este aspecto, sería interesante contar con el apoyo de personas que se encuentran en una situación similar con las que poder compartir cómo nos encontramos y sentir que no estamos solos. También es importante fortalecer los vínculos más cercanos y poder apoyarnos en aquellas personas con las que sintamos más seguridad.
Si a pesar de todo esto notas que esta situación te esta generando un nivel de malestar difícil de gestionar o notas que esta interfiriendo en otras áreas de tu vida, seria bueno que te plantearas buscar ayuda profesional. Recuerda que no hay salud si no hay salud mental. Desde Centro TAP estaremos encantadas de ayudarte si lo necesitas