

Este post va dirigido a aquellas personas que no comprenden porqué su familiar no abandona algo que está destruyendo su salud y la de su entorno.
- Es sumamente frecuente que las personas con un problema de adicción acudan a la consulta del psicólogo sin estar motivadas para cambiar su comportamiento. Presionadas por sus familias o parejas, comienzan un proceso terapéutico sin ver con claridad un problema que para los demás es evidente.
- Tradicionalmente se ha descrito la motivación como el impulso, la energía o los argumentos que llevan a una persona a comportarse de otra manera. En este sentido, se habla también de “autocontrol” o de “fuerza de voluntad” como prerrequisitos para el cambio. Desde este punto de vista la motivación es tomada en términos de “todo o nada”. Es decir, o se tiene motivación para cambiar o no se tiene.
En el campo de las adicciones muchas personas definen el cambio del comportamiento adictivo como el paso del consumo a la abstinencia, pero sin tener en cuenta los mecanismos que precisamente hacen posible esa transición. La realidad clínica de las drogodependencias es contraria a la visión maniquea de la motivación. En palabras del experto William Miller (1995): “la motivación no puede entenderse como algo que se tiene sino más bien como algo que se hace. Implica reconocer un problema, buscar una forma de cambiar, y entonces comenzar y mantener esa estrategia de cambio”.
- La motivación para el cambio se describe en realidad como un proceso en el que se puede distinguir una secuencia de fases. El modelo más conocido en la actualidad es el Modelo Transteórico de Prochaska y DiClemente (1992), según el cual el progreso por las etapas que se describen a continuación es común a todo proceso de cambio con independencia de las particularidades del individuo. A veces las personas del entorno del adicto quieran forzarlo a que pase rápidamente a la acción. Esto se debe a la propia frustración del familiar con la situación, pero también a la falta de conocimiento de la psicología que subyace a la adicción. Veamos a continuación cuáles son estas fases y qué debe esperar la familia:
PRECONTEMPLACIÓN
- La “precontemplación” es la etapa en la que la persona no es consciente del problema, o lo minimiza, y, por tanto, no tiene ninguna intención de modificar su comportamiento. Esto no quiere decir que sea incapaz de ver la solución. La ve. Lo que ocurre es que no se atribuye la necesidad de tener que aplicarla, porque no cree tener nada que resolver.
- El precontemplador no suele solicitar ayuda por cuenta propia, sino que es el entorno (familia, pareja, amigos, etc.) el que presiona para que inicie un proceso terapéutico. El que termina acudiendo a consulta, normalmente lo hace porque se siente coaccionado por una familia que amenaza con echarlo de casa, una pareja que amenaza con romper, un empleador que amenaza con el despido, etc. Fuera cual fuere el motivo, la resistencia a reconocer el problema hace que el riesgo de abandono de la terapia sea muy elevado.
- En esta etapa el psicólogo trabaja en la toma de conciencia y en la aceptación del problema, lo cual es un requisito previo para progresar en los siguientes niveles.
CONTEMPLACIÓN
- La etapa de contemplación se caracteriza porque la persona va adquiriendo progresivamente una mayor conciencia del problema y considera la posibilidad de cambiar, pero no termina de desarrollar un compromiso firme para pasar a la acción. Las personas pueden quedarse atascadas en esta etapa durante un largo periodo de tiempo, sopesando los pros y los contras del problema y la solución. De hecho, es común que desarrollen una actitud ambivalente, donde existe apertura a la información sobre su comportamiento adictivo, pero, a la vez, destacan las desventajas de la solución. En otras palabras, el “contemplador” sabe a dónde se quiere dirigir, pero todavía no se encuentra preparado para hacerlo.
PREPARACIÓN
- En la etapa de preparación, la persona empieza a plantearse pequeñas metas, como disminuir la cantidad, evitar lugares donde consume habitualmente, etc. Ya existe una convicción de los beneficios del cambio sobre las desventajas de continuar con el consumo. No obstante, todavía no está dispuesta a invertir mucha energía en ello. Merece la pena recordar que todo proceso de rehabilitación requiere de un esfuerzo inmenso. Por ello, es importante que el entorno ofrezca comprensión y aliento al mismo tiempo.
ACCIÓN
- Este es el momento en el que la persona está convencida de que tiene una enfermedad y comienza a hacer grandes modificaciones en su comportamiento con el fin de superarla. En este periodo el individuo suele enfrentarse a una serie de miedos que dificultan el proceso. Algunos de ellos son el miedo al rechazo, el miedo al fracaso, la culpa y la vergüenza. Todo ello se sobrelleva de mejor manera si se le apoya adecuadamente, para lo cual cada persona debe ser capaz de regular sus propias emociones.
- En esta fase es frecuente la vuelta al consumo. Ello no quiere decir que la persona haya retrocedido. El proceso de recuperación de una adicción es extremadamente complejo y la mayoría pasa varias veces por la misma fase hasta que consigue abandonarlo. De nuevo, el entorno no debe perder la perspectiva y trabajar junto a su familiar para incentivarlo a que continúe el camino que ha tomado. Se considera que esta fase ha sido superada a los seis meses de abstinencia.
MANTENIMIENTO
- La etapa de mantenimiento es especialmente difícil y debe ser entendida como una continuación del cambio (y no como el fin de éste). La persona seguirá esforzándose indefinidamente para consolidar y sostener las modificaciones que logró en la fase anterior. Esto implica la elaboración de un nuevo estilo de vida con todo lo que ello conlleva, por ejemplo, hacer amigos nuevos, cambiar de barrio, buscar empleo, etc.
- En esta fase es imprescindible el trabajo en prevención de recaídas. La adicción, al igual que otras enfermedades, tiene un curso crónico, por lo que cabe esperar que la progresión del paciente no sea lineal, sino que fluctúe a lo largo del tiempo. El ambiente está repleto de estímulos nuevos que pueden alterar el funcionamiento del cerebro y producir una recaída. Por ello, es importante no culpar al individuo y alentarlo para que tome la situación como una oportunidad para seguir mejorando.
- Asimismo, conviene puntualizar que una cosa es un “consumo puntual” o “caída temporal” en la que se producen consumos esporádicos o episodios de consumo intenso que duran unos días, pero que luego cesan; y otra cosa es una “recaída” propiamente dicha, en la que el individuo recupera (o se acerca a) los niveles de la línea base anterior al tratamiento. Aunque esta distinción es importante para no caer en una impresión incorrecta, fuera cual fuere la situación, la vuelta al consumo conlleva un gran sentimiento de culpa y fracaso, que puede hacer que la motivación (que tiene un papel esencial en el proceso de cambio) disminuya significativamente. En estos casos es aconsejable retomar el tratamiento, establecer nuevos objetivos y hacerle entender al individuo que éste es un proceso de aprendizaje continuo, donde sus esfuerzos y habilidades adquiridas siguen presentes. Solo hay que seguir afinando. Son pocos los pacientes que una vez llegados a este punto regresan a la fase precontemplación.
Una adicción es una enfermedad que, como la mayoría de las enfermedades, afecta no solo a quien lo padece, sino también a quienes le rodean. Por esta razón, merece la pena que el entorno se informe correctamente y busque las herramientas oportunas no solo para apoyar a la persona adicta, sino también para cuidar la salud mental de todos los que lo componen.
Si tienes dificultad para lograrlo en Centro TAP disponemos de un equipo especializado en adicciones para acompañarte.