

¡Por fin llega el verano! Y con él las vacaciones, y en muchos hogares, las vacaciones en pareja. Después de largos periodos sin apenas poder verse durante la semana, en los que los fines de semana pasan volando y en los que a veces hay que hacer lo imposible por encontrar ratos para pasar tiempo juntos, ¡por fin llegan las vacaciones!
El estrés del trabajo, los compromisos y las obligaciones diarias y el ritmo frenético en el que vivimos, nos hacen esperar los días de descanso con ilusión y con altas expectativas de disfrute y desconexión. Quizás por estos motivos muchas parejas idealizan el deseado periodo estival, imaginándose idílicos destinos de descanso y/o aventura y soñando con unas vacaciones que están bastante lejos de ser consideradas perfectas. Porque las vacaciones nunca son perfectas. Siempre hay contratiempos y cambios que alteran nuestros planes y que hacen que tengamos que ajustar nuestras expectativas previas a la realidad con la que nos encontramos. Una avería en el coche, un alojamiento que no responde a lo que esperábamos o unas malas condiciones climáticas, son varios ejemplos de dichos imprevistos que pueden modificar nuestro plan ideal de descanso.
Es muy habitual escuchar que las vacaciones de verano son un punto crítico para muchas parejas o incluso que acaban siendo el motivo de una ruptura definitiva. Lo cierto es que las vacaciones en sí no tienen por qué significar un punto de inflexión en una pareja, siempre y cuando la convivencia previa al descanso no viniese siendo conflictiva. En la mayor parte de los casos en los que tras las vacaciones aparece un fatal desenlace, éste viene provocado por crisis o conflictos previos que llevaban tiempo aconteciendo a la pareja. Si la relación se encontraba ya en un momento terminal o complicado, es muy posible que las vacaciones sean la gota que colma el vaso en lo que a la convivencia se refiere.
¿Qué hacer para garantizar un mayor disfrute de las vacaciones en pareja?
La elección del destino y especialmente, del tipo de vacaciones que se quieren realizar (de aventura, de descanso, de turismo, etc.) debe hacerse siempre de forma consensuada y común. Esto pasa necesariamente por una comunicación fluida entre los miembros de la pareja que permita la consideración y el respeto por las opciones preferidas de cada uno. En este punto es muy importante que las dos personas se sientan libres y capaces de expresar sus necesidades y deseos individuales. Sólo de esta forma el otro puede entender y valorar lo que a su pareja le apetece, compararlo con lo que él mismo quiere y así decidir juntos qué opción elegir. De nada sirven los reproches posteriores (“yo nunca quise venir aquí”, “si no hubieses elegido tú el hotel”) que permiten escaso margen de maniobra una vez que la pareja se encuentra de vacaciones y que contribuyen a que se instaure un clima de enfado y discusión muy poco conciliador. La elaboración conjunta de listas de destinos o posibles planes, la evaluación de los pros y los contras de cada opción y la elección final de aquella que reúna el mayor número de puntos en común, son sólo algunos ejemplos de técnicas de consenso que ayudan y facilitan la toma de decisiones en pareja.
Una vez elegido el destino, estos mismos principios de comunicación y acuerdo deben aplicarse a la rutina y a los planes que se organizan en el destino vacacional. Que, por ejemplo, a uno de los dos le guste pasar todo el día en la playa, no significa que esa tenga que ser la actividad realizada cada día y por supuesto, que los dos tengan que hacerla juntos. Las actividades en solitario son también necesarias durante estos días de descanso y es importante que se les conceda un espacio entre las actividades comunes. Además, la aceptación de la posibilidad de conflicto (en forma de roces, enfados, discusiones…) como una parte normal y esperable de la convivencia produce una mejor gestión de aquellas situaciones complicadas que, previstas o no, terminan por aparecer en la gran mayoría de los casos.
Por último, y no por ello menos importante, la idea de tener que disfrutar al máximo y de hacer cosas especiales cada día como si fuese una obligación, acaba extendiéndose en muchos casos a la vida sexual de la pareja durante el tiempo de ocio. Cultivar un clima de empatía y de comprensión, basado en el respeto y la atención a los tiempos y las necesidades de cada uno, sin presiones y sin agobios, favorece encuentros íntimos más relajados y placenteros.
Ana Pérez Miguel