

Hablar de educación sexual siempre tiene un punto controvertido, quiénes deberían encargarse de este tema, cuándo hay que ponerse manos a la obra, qué queremos transmitir… son preguntas que frecuentemente se plantean, pero que rara vez se responden por unanimidad.
Sabemos que todo lo que tiene que ver con sexualidad nos atrae y nos genera emociones diversas, y nuestros niños/niñas y adolescentes no son una excepción.
Chicos y chicas viven en un mundo sexualizado en el que ven en sus realidades, en los medios de comunicación que les rodean, e incluso en sus iguales, mensajes sobre sexualidad, pero al mismo tiempo, reciben la idea de que “no es para vosotros/as”; tienen la presión de saber, de no ser ignorantes pero a la vez nadie les cuenta nada… Y estos mensajes ambivalentes, cuando no se manejan de una forma adaptativa, pueden generar mucho lio en nuestros adolescentes.
Por ello, todos los agentes del proceso educativo, pero especialmente las familias y las escuelas, tienen un importante reto entre manos.
Por suerte cada vez más centros educativos cuentan con sesiones de educación sexual, y aunque la gran misión de este campo que es la continuidad, aún está muy lejos de conseguirse; el otro agente principal, tiene también mucho margen de maniobra.
En este sentido, sabemos que en muchas ocasiones madres, padres y familias, por desconocimiento, por reticencias o miedos, no abordan el tema de la sexualidad, esquivan preguntas o evitan el tema cuando por ejemplo en la televisión hay una escena erótica en una ficción que se ve en familia.
La trampa de esta actitud, del “aún son muy pequeños” o del “de eso ya se encargan en el cole” es que se están perdiendo oportunidades muy interesantes de acompañar a nuestros/as jóvenes en que tengan una buena educación en sexualidad, así como en la construcción de una comunicación fluida sobre un tema fundamental (¡que además suele preocupar mucho en casa!).
Para empezar a despejar un poco la bruma en este tema, aquí van algunas claves:
- ¿Qué es?
La educación sexual es un proceso de continuidad que acompaña a niñas/niños, adolescentes y personas adultas (no nos olvidemos de esto último nunca, por favor) en la construcción de una sexualidad satisfactoria y placentera, así como en la elaboración de un marco de comprensión que les permita tomar las decisiones que consideren adecuadas para conseguir esa vivencia positiva de la sexualidad.
- ¿Cuándo hay que empezar?
Las niñas y los niños son curiosos, les interesa el mundo que les rodea, preguntan, se cuestionan las cosas… Y en todo lo relacionado con la sexualidad, funcionan de la misma forma.
El momento de empezar a educarles en sexualidad empieza desde que nacen, desde que nos relacionamos con ellos afectivamente, desde que nos formulan las primeras preguntas, desde que les empezamos a socializar como niñas o niños, o les enseñamos cosas de su cuerpo… Siempre muy adaptado a su curiosidad y momento evolutivo, la sexualidad es algo que se puede introducir en la hoja de ruta educacional de las familias desde el primer momento.
- Ya… Pero ¿qué hacemos si esos primeros pasos no los hemos dado?
Como se suele decir, nunca es tarde si la dicha es buena. Mostrar una actitud de apertura, generar canales de posible comunicación, no atosigarles con interrogatorios, normalizar que chicos y chicas sean reservados con el tema si no se ha hablado de sexualidad en la familia antes, pero indicarles que pueden confiar en nosotras/os si lo necesitan o si hay algo que les preocupa o no les hace sentir bien, son claves que bien utilizadas pueden ayudar a que la situación poco a poco vaya cambiando.
- Pero ¿de qué les hablamos?
La sexualidad es mucho más que genitales y prácticas eróticas, por lo tanto, la educación sexual no puede basarse únicamente en este contenido.
Salir del discurso reduccionista que solo habla de vulvas, penes y penetraciones, olvidarnos de la educación sexual basada en el riesgo “para meterles miedo”, y comenzar a hablarles de afectos, de placeres, de tomas de decisiones, de cómo hay tantas sexualidades como personas y que no hay una forma correcta de vivir la sexualidad sino que cada persona conociéndose y aceptándose va dándole forma a su sexualidad con el único objetivo de sentirse bien, es una fórmula que sabemos que funciona.
Desde luego, hay muchas más preguntas clave. Tendríamos que hacer un máster para resolverlas todas. Pero no nos olvidemos que las madres, los padres y las familias no tienen que ser sexólogos/as (¡al igual que no tienen que ser maestros, pediatras o animadores socioculturales!). Saber decir un “no lo sé, pero vamos a averiguarlo juntas/os”, aceptar el “a mamá y papá estos temas nos cuestan porque a nosotros nadie nos habló de ello” y el saber que hay profesionales que llegado el caso, estaremos encantados de acompañaros y daros más claves personalizadas, es más que suficiente.
¡Ánimo con esta apasionante tarea!