

Estamos a 1 de septiembre y muchos de nosotros, como años anteriores, nos hemos planteado que es muy buen momento para hacer un máster, ir al gimnasio, retomar aficiones, adelgazar, apuntarnos a clase de yoga, aprender inglés, francés….en realidad, adquirir cualquier idioma nos haría sentirnos realizados y satisfechos con nosotros mismos. Tampoco podemos olvidarnos de los coleccionables, del proyecto de reforma para nuestras casas, la búsqueda activa de empleo, la planificación de la boda….., lo cierto es que éste es el mes de los buenos propósitos, parece que tenemos que enmendar, reparar o resarcir la “no actividad” de los meses anteriores.
El ser humano necesita retos, objetivos que cumplir para sentir que evoluciona, que avanza, que es capaz de aprender y desarrollar nuevas capacidades y destrezas, pero la realidad, es que esta necesidad la tenemos todo el año, entonces ¿por qué septiembre es un mes clave en la motivación para el cambio?.
No sólo estamos marcados históricamente por el comienzo del curso escolar desde la más tierna infancia, además es en verano cuando contamos con más tiempo para pensar, intercambiar ideas, resumir a otros nuestra primera mitad de año, y es cuando otras personas de nuestro entorno nos cuentan sus inquietudes y sus hazañas, así que, como resultado a toda esta conjunción de factores, nos planteamos que es el momento perfecto para la mejora en el desempeño, nos damos permiso y licencia de un ocio, y/o queremos superar lo que hasta este momento era un reto casi inalcanzable.
Desde Centro TAP, nos gustaría que esta fórmula de desarrollo personal que en muchos de nosotros se desvanece a finales del propio de mes de septiembre, sea más perdurable en el tiempo, y que por supuesto no sea exclusiva del mes de septiembre o de enero; para ello identificar el para qué de la actividad es fundamental.
Escuchar nuestros deseos, nuestras inquietudes, nuestros “quiero”, hará que la movilización hacia la meta sea más constante en el día a día, y que logremos con menor coste el objetivo marcado más allá del mes de septiembre, a pesar de encontrarnos con algunas dificultades que muchas de las actividades presentan (tiempos, esfuerzos, privación, estudio, consensos…). Recordarnos este «para qué» hasta la consecución, nos ayudará a superar los momentos en los que el abandono es la vía hacia el alivio.
Sin embargo, este empuje hacia la valoración positiva de nosotros mismos que nos facilitan las actividades iniciadas, no debe ser el procedimiento exclusivo para lograr la satisfacción personal, si únicamente nos valoramos por lo que hacemos, perdemos la esencia de lo que somos. “Ser mejor…”, tener ganas de evolucionar, no debe asociarse al “hacer más”, al “demostrar”, al “llegar a…”. Nuestro número de acciones emprendidas y finalizadas o nuestros títulos, no determinarán nuestro nivel de bienestar ni quienes somos.
Somos, por tanto, capaces de construir bienestar y tranquilidad cuando en el proceso de las actividades comunes o extraordinarias que ejecutamos en nuestro día a día nos valoramos, cuando somos capaces de identificar nuestras habilidades y ponemos los mecanismos en marcha para reducir las dificultades encontradas por el camino. El autorreconocimiento es uno de nuestros factores de protección que mayor estabilidad nos proporciona.
Así que emprendamos actividades en septiembre, en marzo y en junio… con conciencia del «para qué», y valoremos lo que SOMOS mientras conseguimos llegar a la meta