

Es frecuente escuchar que en ocasiones cuando uno siente ansiedad, tiene la necesidad de ingerir grandes cantidades de comida, o no poder saciarse con nada. Es importante distinguir entre hambre y ansiedad o entre los diferentes tipos de síntomas que la ansiedad puede conllevar.
En este post analizaremos los diferentes componentes de la ansiedad en relación con la comida, para saber diferenciar cuando tenemos la necesidad de comer y cuando sentimos la necesidad de calmar un impulso que nada tiene que ver con el hambre.
SITUACIONES PREVIAS
Analizar la situación por la que estamos pasando es importante para encontrar puntos en común. Si habitualmente, la necesidad de “atracar la nevera” viene cuando hemos finalizado la jornada de trabajo, hemos tenido una discusión, nos sentimos frustrados por algún motivo o cuando alguna tarea no ha finalizado como esperábamos, pueden ser la clave para saber dónde poner el foco.
En estos casos, podemos plantear alguna técnica de relajación, administrarnos el tiempo de otra manera, aprender a ver las cosas desde otra perspectiva, relativizar, ajustar expectativas, etc. Y con estos pequeños cambios averiguar si la necesidad de comer disminuye.
LA PROPIA CONDUCTA DE COMER
- Qué tipo de comida ingerimos
- Qué tipo de alimento nos apetece más
- Cuanto tiempo dedicamos a comer cuando estamos bajo estas circunstancias
- Qué grado de elaboración tienen los alimentos
- Como es la preparación de todo lo que rodea a la conducta de comer: Ponemos la mesa o no, nos servimos en un plato o lo cogemos con la mano, comemos de pie ingiriendo aleatoriamente lo que está a la vista, nos sentamos…
Estos factores también son clave para diferenciar si se trata de un atracón por ansiedad o si es hambre, y por tanto, mi cuerpo está en situación de carencia de algún tipo de alimento
CÓMO ME SIENTO LUEGO
Tras una buena comilona, o después de haber disfrutado de un alimento que nos apetecía, lo normal es sentirse satisfecho, saciado y experimentar sensaciones agradables. Si no nos sentimos identificados con esto, y por el contrario nos sentimos culpables, pesadamente llenos, con sentimiento de agobio o presión, entonces es probable que hayamos utilizado la comida como un medio para calmar nuestra ansiedad, aunque sólo sea transitoriamente.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Veamos algunas estrategias que podemos llevar a cabo en cualquiera de las situaciones que hemos analizado.
- Estar tranquilos y relajados suele ser una buena estrategia para casi todo. Si tenemos un trabajo que nos estresa o una situación personal complicada, puede ser buena idea realizar alguna actividad que nos relaje: deporte, yoga, relajación, actividades de ocio…
- Pregúntate si de verdad tienes hambre cuando venga el deseo de comer. A veces vencer el primer impulso es suficiente para olvidar la idea. Ya es conocido el famoso “truco de la manzana”. Si te comerías una manzana, entonces es hambre, si por el contrario no te apetece, el deseo tiene más que ver con la reducción de otro tipo de impulso: aburrimiento, nervios, preocupación, agobio…
- Date la instrucción de aplazar. La mente no recibe igual la orden de: “¡No! No voy a comer!” que el mensaje: “Bueno, me lo comeré, pero en un rato…”. Si tras ese tiempo ha disminuido ese deseo de ingerir algún alimento, habremos vencido esa ansiedad.
- No dejes espacio para la improvisación: Cuanto más estructurado tengamos el día, y las tareas programadas, menos probable será la sensación de agobio, estrés o aburrimiento. Recordemos, que ponernos metas realistas es el primer paso para no caer en la frustración.
Si quieres ser feliz, establece una meta que guíe tus pensamientos, libera tu energía e inspire tus esperanzas.-Andrew Carnegie.