

Honestidad, Igualdad, Solidaridad, Perseverancia, Humildad, Respeto, Responsabilidad, Fidelidad, Integridad, Lealtad, Puntualidad, Justicia, Diálogo, Libertad, Paz, Cooperación……
Es difícil pensar en crecimiento, mejora, satisfacción, capacitación, bienestar…..sin pensar en la construcción de valores asociados a lo que somos y/o queremos ser.
Los valores nos definen como personas, nos posicionan frente a la vida, nos empujan hacia el cambio, nos alivian cuando caemos, nos acogen cuando fallamos, nos proporcionan conocimiento y crecimiento, nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, y por tanto, nos ayudan a autorreafirmarnos. Trabajan directamente sobre nuestro autoconcepto (autoestima). A través de ellos generamos nuestra descripción personal, somos capaces de responder al “quiénes somos”, “qué nos importa”, “qué tiene valor en nuestra vida y qué no lo tiene”.
Así que son los valores los que nos facilitan la construcción de nuestra identidad, sin lugar a duda podemos afirmar que los valores nos protegen y nos acompañan en nuestra madurez y crecimiento personal.
- Cultivar valores individuales y colectivos como sociedad nos provee de tranquilidad, de serenidad, de orgullo de pertenencia, de satisfacción y de una alta capacidad para la autocrítica. Capacidad, esta última, que nos ayuda a generar cambios y mejoras personales. Generar autocrítica nos ayuda a identificar aquello que no nos encaja, por tanto nos facilita buscar la alternativa más óptima, más ajustada y más saludable para nosotros en cada momento.
- En ocasiones, el miedo a no estar a la altura de las demandas contextuales (familia, pareja, amigos, trabajo), el miedo a decepcionar, el miedo a fracasar, el miedo a no ser congruentes con nuestros propios valores, e incluso, el miedo a no compartir los mismos valores con aquellos que son importantes en nuestras vidas, nos puede paralizar nuestro propio cultivo de valores.
- Para poder cultivarlos desde la libertad, debemos localizar los miedos, aquello que nos paraliza hacia la acción, hacia el crecimiento. Desde esta formulación de identificación y autoconocimiento seremos capaces de transmitir nuestros valores, no sólo a otros miembros de nuestra comunidad, sino que seremos capaces de mantener un diálogo interno de comprensión, cariño y compasión con nosotros mismos, ayudándonos sin duda a describirnos desde el quiénes somos con mayor rigurosidad, honestidad y satisfacción.
- Además, el ejercicio de identificación no debe ir únicamente encaminado a localizar los miedos que no nos dejan desarrollar nuestros valores, sino que debemos conocer concienzudamente cuáles son y cómo sustentan nuestro eje, ya que a través de ellos nos establecemos en el mundo social y afectivo.
- Igual de importante será conocer la posición que ocupan cada uno de ellos en nuestra escala individual. Haciendo este ejercicio de posicionamiento, veremos que aunque compartimos muchos de los valores que nos definen con otras personas cercanas, no todos los posicionamos en el mismo nivel de identificación e importancia, incluso veremos que podemos ir cambiándolos de posición a medida que avanzamos en madurez y conocimiento. La adquisición de valores y su desarrollo es flexible durante todo nuestro desarrollo evolutivo.
Como individuos y como parte integrante de un colectivo que somos, debemos seguir promocionando aquellos valores que configuren una red de protección social, garantizando así el bienestar colectivo. Nuestro “termómetro” como sociedad y como individuos se mide a través de nuestros valores.
- Los valores se trasmiten, se construyen, se aprenden, se facilitan
Desde Centro TAP no queremos caer en el discurso de crítica que históricamente se ha tenido frente a la trasmisión y adquisición de los valores. Veréis al leer el siguiente texto, que aquello que se decía en el año 400 A.C parece un discurso de lo más actual.
“Los jóvenes de hoy en día adoran las cosas lujosas; tienen malos modales y desprecian la autoridad; muestran una falta de respeto hacia los mayores y les encanta platicar en donde estén. Los jóvenes son hoy en día unos tiranos y no son serviciales en sus casas. Nunca se levantan cuando los mayores entran en la casa. Les llevan la contraria a sus padres, hablan delante de la gente, comen golosinas en la mesa, cruzan sus piernas y les faltan al respeto a sus maestros.” (Aristóteles, año 400 A.C.)
- Necesitamos romper con la idea de que los más jóvenes han perdido los valores o son incapaces de adquirirlos. Con este discurso, no facilitamos querer ser trasmisores y además condenamos a las siguientes generaciones de jóvenes a que vivan en el descrédito.
¡Seamos fieles a nuestros valores y cultivémoslos para nosotros mismos y para las generaciones que nos sucederán!