

“Todo el mundo es un genio. Pero si juzgas un pez por su habilidad para escalar un árbol, el pez pensará durante toda su vida que es estúpido”.
Albert Einstein
Todas las personas que participamos activamente en los procesos de aprendizaje, deseamos tener alumnos motivados, despiertos, inquietos… Nos gustan los perfiles que sienten interés y curiosidad, que desarrollan más compromiso con la tarea, que se mueven hacia la meta, que construyen aprendizajes más significativos, que son capaces de ganar autoconfianza en los procesos de adquisición de materia y que disfrutan más con la propia tarea. Todo son ventajas con alumnos motivados, así que educadores, maestros, profesores, psicólogos, pedagogos……queremos que nuestros espacios de trabajo esten constituidos por chicos y chicas motivados.
Pero, ¿de qué depende?, ¿los educadores tenemos aquí un papel activo?, ¿podemos generar cambios motivacionales en los alumnos?, ¿cómo?…..estas son algunas de las preguntas que debemos responder antes de rubricar afirmaciones como: “ya tienen que venir de casa motivados”, “aquí vienen a aprender, pues que lo hagan”, “es un caso perdido”, “no puedo pararme en este punto, debe ponerse al día el sólo” … enunciados como estos, sólo sirven para afianzar la idea de que nosotros como educadores, no tenemos un papel activo en la motivación de los niños y jóvenes.
Nada más lejos de la realidad, los educadores, en el amplio sentido de la palabra, tenemos un papel más que relevante, ya que no sólo transmitimos materia, transmitimos pasión, curiosidad, ilusión, expectativas, inquietud, todo un repertorio emocional que ayuda al niño a establecer su posicionamiento con respecto a la propia tarea de aprender.
Cuando además, los alumnos se encuentran en un ambiente respetuoso con sus procesos de aprendizaje, se sienten más eficaces, ya que es tomado como persona que siente, piensa-desea y hace, es entonces cuando dirigirá sus energías para aprender y mantendrá altos niveles de motivación.
Nos podemos encontrar con alumnos, que en el principio del proceso de aprendizaje genere actividad para agradar al educador o para ser aceptado por su grupo de referencia; pero posteriormente, dependiendo de nuestra habilidad como educador, el alumno aprenderá a relacionarse con la materia desde los procesos motivacionales, y por tanto generará un aprendizaje significativo y estable.
Para entender los procesos motivacionales, debemos conocer por tanto los dos tipos de motivación, lo que nos ayudará no sólo a saber cómo utilizarlas, sino a identificarlas y a saber cómo desarrollarlas.
- La motivación intrínseca y motivación extrínseca
La primera se refiere a la satisfacción personal que representa enfrentar con éxito la propia tarea, y la segunda, depende del criterio externo, de lo que digan o hagan los demás acerca de la propia actuación de la persona, o por otro lado el beneficio secundario que obtenga de la realización de la tarea (premio).
Las dos tipologías de motivación se mezclan continuamente y, a veces resulta imposible separarlas. Es decir, no podemos menospreciar la motivación extrínseca porque en muchos casos es nuestro salvoconducto para generar en los estudiantes la motivación intrínseca.
Los alumnos, en la mayoría de los casos pretenden alcanzar con éxito sus estudios, les gusta ser valorados positivamente y desean obtener recompensas de ello; sin embargo, cuando no lo logran, pueden surgir dos dificultades emocionales: el proceso de indefensión y la desesperanza aprendida.
El proceso de indefensión se materializa cuando los estudiantes atribuyen el éxito escolar a causas externas fuera de su control, y/o a causas internas estables y no controlables. Por ejemplo:
- No apruebo porque me tiene manía
- No sirvo para las matemáticas
La desesperanza aprendida, se puede observar cuando el comportamiento del estudiante se orienta principalmente a evitar el fracaso escolar. Piensan que no importa lo que hagan, ya que van a fracasar (profecía autocumplida). Además, no quieren participar activamente en la dinámica del aula porque sus ideas serán erróneas. Antes de empezar cualquier actividad, ya saben que van a fallar, se atribuyen bajos conocimientos y destrezas. Tienden a comportarse de manera pesimista ante las actividades académicas, suelen presentar baja sensación de eficacia.
Si partimos de la premisa de que la motivación no es permanente ni inmutable, no se activa de manera automática, ni se restringe al inicio o en la finalización de la tarea, sino que abarca todo el episodio en el que se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje, el estudiante y el docente, deben realizar deliberadamente ciertas acciones: antes, durante y al final de la tarea designada. De esta manera se genera persistencia, se incrementa la disposición favorable hacia el estudio y se mejora el rendimiento desde la satisfacción.
Sin pretender ser facilitar una “receta”, existen algunas sugerencias para motivar a los estudiantes antes, durante y después de las actividades o tareas:
¿Cómo podemos motivar “antes”?
- Mantener una actitud positiva.
- Generar un ambiente agradable de trabajo.
- Detectar el conocimiento previo de los alumnos.
- Preparar los contenidos y actividades de cada sesión.
- Mantener una mente abierta y flexible ante los conocimientos y cambios.
- Generar “conflictos cognitivos” (retos) dentro del aula.
- Reconducir la atención de los alumnos/as hacia la tarea.
- Cuidar los mensajes que se trasmiten.
¿Qué hacemos para motivar “durante” el proceso de aprendizaje?
Utilizar ejemplos y un lenguaje familiar hacia el alumnado
- Variar los elementos de la tarea para mantener la atención, introducir el factor sorpresa.
- Organizar actividades en grupos cooperativos.
- Dar el máximo de opciones posibles de actuación, para facilitar la percepción de la autonomía.
- Buscar las aplicaciones prácticas que pueden tener los conocimientos.
- Orientar para la búsqueda y comprobación de posibles medios para superar las dificultades.
- Ofrecer a los alumnos la posibilidad de mostrar lo que saben, ejerciendo ellos mismos de educadores.
- Cuidar la comunicación verbal y no verbal.
Gestionar la motivación “después”
- Diseñar las evaluaciones de tal forma que no sólo proporcionen información del nivel de conocimientos adquiridos, sino que también permitan conocer las razones del fracaso. Evitar en lo posible dar sólo calificaciones.
- El objetivo de nuestra evaluación debe buscar el autoconocimiento del alumno y al mismo tiempo incrementar a confianza en sí mismo.
- Dar la evaluación personal de forma confidencial.
- No realizar comparaciones con otras personas.
Por tanto, el papel que tenemos como figuras de referencia educativa es fundamental, ya que a través de nuestras actitudes, comportamientos y desempeño dentro del aula, podremos motivar a los alumnos,contribuyendo así a la mejor de su aprendizaje. Con estas claves, como gestores educativos, podemos ayudar a generar mayor índice de motivación estable en nuestros alumnos así que… ¡Vamos a ello!