

Vamos a empezar este post, hablando de El príncipe rana…. En este cuento de los Hermanos Grimm, una rana llega a un trato con la princesa: sacará una bolita de oro que se le ha caído en el fondo de una charca si ella admite que sean amigas. Ella acepta, pero cuando tiene la bolita en su poder, sale corriendo al castillo sin la rana… Al día siguiente, el anfibio se presenta en la puerta del castillo, y le reclama que cumpla su promesa. El rey, que se entera de lo ocurrido, obliga a la princesa a que lo haga… Con mucho desagrado la princesa accede, pero su actitud en todo momento era de mucho rechazo. Tiene que invitarla a cenar, y llevarla a dormir a su cama, pero la rana no siente amistad por parte de la princesa… ante esta situación tan triste para el animal, rompe a llorar. La princesa se enternece, besa a la ranita, ¡¡y se convierte en príncipe!!… y colorín colorado… ¿este cuento se ha acabado?
- Hoy por hoy es muy frecuente encontrarse la historia contada al revés, es decir, mujeres que besan príncipes que se convierten en ranas… ¿se convierten, o siempre lo fueron? En el caso de los hombres, la situación de partida es la misma, ellos también besan ranas esperando que se conviertan en princesas, pero la forma de abordar este desencanto o decepción es diferente: la mujer tiende a pensar que el error está en el otro, que es quien tiene que cambiar… En cambio el hombre suele atribuirse el error de no haber escogido a la persona adecuada.
Una realidad que nos encontramos en Centro TAP muy frecuentemente es ésta, la de fallidos intentos en las relaciones afectivas: “todo iba tan bien…”, “parecía el hombre/la mujer de mi vida…”, “éramos almas gemelas…” entonces, ¿qué fue lo que pasó?
Tendemos a buscar personas que nos atraigan, el flechazo, la química, a veces incluso la necesidad de estar en pareja; y a partir de ahí, quizás sea poco o insuficiente el tiempo que dedicamos a valorar si la persona es la adecuada cuando ya estamos inmersos en una relación… “¡pero es que me gusta tanto!”. Los príncipes/las princesas quizás siempre fueron ranas, pero no lo supimos ver… un ejercicio que podemos hacer es ir más allá de la atracción, tratar de analizar los valores de la persona que nos gusta, ¿encajan con los míos?, ¿tenemos intereses presentes y futuros alineados?, ¿su carácter y el mío se complementan?…
Y de la misma manera, los hombres plantean frecuentemente una queja con respecto a la actitud que presentan las mujeres cuando se dan cuenta de que la respuesta a esas preguntas es negativa: “¿por qué quiere que cambie?… ¡Si yo siempre he sido así!”… Está besando algo que se aleja del príncipe que realmente necesita, y a esa princesa cada vez le parece más rana. Pero antes que pensar si la elección fue la correcta, trata de convertir a esa persona en lo que ella querría que fuera…
- Muchas veces se confunde sexo, y atracción, con amor… En ocasiones las relaciones avanzan muy deprisa sin que se dedique tiempo a conocer más en profundidad a la persona, e incluso el deseo de tener una relación hace que dejemos a un lado el análisis más realista de si esta persona encaja en mi proyecto de vida. Frecuentemente aparece el desencanto al tomar conciencia de que ciertos aspectos del otro o de nosotros como pareja afectan el desarrollo de la relación que quiero tener. Y es en este momento cuando en general, hombres y mujeres se comportan de diferente manera: las mujeres tienden a buscar el cambio en su pareja, mientras que los hombres aceptan desde el inmovilismo que la otra parte no les satisfaga plenamente.
Lo cierto es que si la persona que te gusta, tiene algún defecto que consideras inaceptable, piensa que cabría la posibilidad, y sería su derecho, de que no pudiera o quisiera cambiar. En ese momento del análisis de la relación, y tras verificar con la pareja que no hay opción para la modificación, la decisión más sana, aunque por supuesto difícil, sería finalizarla.
Como os venimos contando en otros artículos del blog, es importante y prioritario analizar con detenimiento cómo es la otra persona, y cómo me estoy comportando yo dentro de esta relación, dar tiempo a que se sucedan varias situaciones o escenarios para valorar si crecemos en la misma dirección y si cubrimos mutuamente nuestras necesidades.
Este trabajo de observación del otro y de uno mismo, es fundamental ya que una relación afectiva bien construida, y sin engaños, enriquece y aporta mucho en nuestras vidas, pero una que no lo sea, puede ser una fuente de enorme sufrimiento.
Entonces, piensa: ¿quieres seguir besando ranas? Porque este cuento de los Hermanos Grimm termina así:
“La princesa y el príncipe iniciaron una hermosa amistad. Al cabo de algunos años, se casaron y fueron muy felices…”