

Hace un tiempo, una famosa cantante de carrera internacional subió una fotografía a una red social en la que con un texto en el que expresaba su profundo amor por su hija, aparecía dándole un beso en los labios. Se desató la polémica.
Muchas personas la criticaron por lo inadecuado de besar a los niños/as en la boca, salieron discursos que argumentaban que ese tipo de muestras de cariño podían confundir y dañar en un futuro a los/as pequeños/as, e incluso se le tachó de mala madre.
No obstante, hubo otras voces que intentaron defender que las muestras de afecto y cariño en cada familia son diversas y que querer, achuchar y besar a nuestras/os hijos/as nunca es algo negativo, que “las personas que veían en un acto de amor así algo perverso, deberían ajustar su óptica”.
Este tipo de ambivalencias son las que se suelen dar cuando miramos la afectividad y sexualidad de niños y niñas (sí, la tienen, pero desde luego dista mucho de la de las personas con más edad) con ojos adultos.
Los niñas y niñas tienen sexo, son seres sexuados al igual que lo somos las personas adultas (¡y los adolescentes y los/as mayores!) y desde ahí, se relacionan con el mundo. Ya hemos hablado en otros artículos de la importancia de una adecuada educación sexual para guiarles en el proceso de construirse como los hombres y las mujeres que quieran ser, pero en esta ocasión no vamos a hablar exactamente de eso.
En muchas ocasiones las/os peques pueden sorprender a las personas de su entorno con preguntas, podemos descubrirles frotando sus genitales contra objetos o directamente estimulándolos con la mano, pueden verse involucrados/as con otros/as niños/as –muchas veces sus propios hermanos o hermanas- en juegos de descubrimiento de sus cuerpos y cómo éstos funcionan… Y casi siempre, ante estas situaciones aparece la alerta. Alerta generada por ver la sexualidad infantil desde los ojos adultos y por interpretar que lo está pasando es “algo más” que un mero descubrimiento de los cuerpos.
Los más pequeños descubren su cuerpo día a día, e igual que les llaman la atención sus pies, sus rodillas o sus orejas, cuando descubren los genitales –parte del cuerpo que probablemente les resultarle agradable tocar- no entienden que sea negativo estimularlos y por eso lo hacen delante de otras personas sin darle más trascendencia.
Las niñas y los niños tienen curiosidad, por ello, cuando ven los genitales del otro sexo o unos genitales de su mismo sexo diferentes a los suyos, quieren saber más. Del mismo modo que cuando van a un zoo querrían acercarse a todos los recintos porque les interesa y querrían tocar a los animales, el cuerpo humano y su fisiología, también les genera curiosidad y ganas de descubrir.
Frente a la alarma o la problematización de esos momentos, que son perfectamente normales, en Centro TAP animamos a no castigar ni echarnos las manos a la cabeza, sino educar. Enseñarles lo que es la intimidad y que hay cosas que no hacemos delante de las demás personas, acompañarles a que se relacionen con su cuerpo desde lo positivo, contarles lo que quieran saber si nos preguntan, indicarles que querer conocer cómo son los genitales no es malo, pero –y aquí ya entra lo que cada familia considera adecuado- que hay fórmulas dIferentes para hacerlo, son claves que resultan de mucha utilidad cuando se dan estas situaciones.
Hay familias en las que se vive la desnudez con naturalidad y otras que son más pudorosas y no muestran sus cuerpos desnudos, y hay familias en las que de forma natural se dan besos en los labios, del mismo modo que se puedan besar mejillas, manos o frentes.
Que cada familia elija cómo se siente cómoda con estos temas es una decisión única y personal, pero para que no nos entre el agobio ante situaciones relacionadas con los/as niñas/os y su sexualidad ¡no caigamos en la trampa de ver la sexualidad infantil con ojos adultos!