

Sin cada una de las personas que integran una organización ésta no sería la misma, el ADN de las empresas es único porque se componen de nombres y apellidos concretos y exclusivos. Nombres y apellidos que creen en la marca que les representa, en los objetivos de la misma, en la metodología, en la distribución de funciones, en la formulación de trabajo y en la capacidad de llegar cada día un poco más lejos a través de los objetivos diseñados.
La suma de cada una de las personas que conforman un proyecto empresarial son necesarias para su construcción y para su mantenimiento; cuando se nos olvida que los trabajadores son los porteadores del conocimiento y los mantenedores de la cultura organizacional, podemos caer en el desprestigio hacia el trabajador y por tanto desprestigiar así a la propia organización.
Es muy fácil hablar del “capital humano” de las empresas, sin tener en cuenta muchas veces a los humanos que hacen posibles estos proyectos empresariales. Las ideas, las acciones, las habilidades, los recursos, las estrategias y la capacidad para trasmitir todos estos conocimientos son el eje del capital humano de las empresas. Hagamos entre todos, directores y trabajadores, que no se desdibuje el significado de capital humano, pongámoslos en valor, conozcamos cuales son los mecanismos para construirlo.
Las empresas que potencian y creen en el capital humano como fuente de bienestar y mejora en su consecución del desarrollo son aquellas en las que se:
- Trasfieren valores, no sólo describen acciones a realizar
- Acuerdan objetivos
- Proyectan crecimiento profesional de sus integrantes
- Aumentan las estructuras de conciliación
- Se adaptan a las necesidades individuales
- Flexibilizan protocolos y esquemas de trabajo
- Tienen trasparencia en los procesos
- Consensuan desde sus equipos de trabajo
- Escuchan y son críticas con las acciones
- Revisan y renuevan procedimientos
- Alientan a la formación
- Facilitan la rotación entre las diferentes áreas de desarrollo
En definitiva son organizaciones que atienden al corazón y a las motivaciones de sus integrantes.
No es nuevo leer que un trabajador motivado es el mejor aliado para la consecución de los objetivos de una organización, pero entonces por qué son aún pocas las empresas que desarrollan este tipo de acciones anteriormente descritas. Para poder responder a esta pregunta debemos identificar el miedo como uno de los factores más relevantes e influyentes.
El miedo a la sensación de bajo control sobre la organización, el miedo a las diferencias de opinión, el miedo a perder el “poder”, el miedo a no ser productivos, el miedo a que se deje de valorar a la entidad, el miedo a la inestabilidad, el miedo a no rentabilizar, el miedo a que desdibuje la marca…estos son algunos de los miedos que afloran cuando desde las direcciones de las organizaciones se quiere integrar el capital humano como eje de desarrollo.
Para poder liberar el miedo sin entrar en pánico y por tanto evitar así la consiguiente sensación de caos y de vértigo, debemos decidir cuáles serán nuestros valores como empresa. Los valores nos proporcionan identidad, estructura y seguridad construyendo equipos de trabajo (capital humano) sólidos y estables.
Una vez que se han descrito los valores organizacionales será más fácil integrarlos con acciones que siempre se dirijan a alcanzarlos o a alinearnos con ellos. Cuando se es fiel a la estructura de valores se es fiel al bienestar y por tanto se estará desarrollando el capital humano.