

«Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza». S. Freud
Los complejos, en la mayoría de los casos son pensamientos irracionales que atormentan a la persona, la cual les da un valor sobredimensionado y de ahí el malestar que se produce. Pocas veces tienen que ver con la realidad del individuo y realmente es la propia persona la que ha exagerado ese complejo y le ha dado una importancia superior a la debida.
En ocasiones, tener un complejo puede llevar a la persona que lo sufre a evitar situaciones o personas, a modificar sus planes o comportamientos incluso a estructurar su agenda o su futuro en base a ellos. En un extremo, un complejo, aparte de poder convertirse en una patología, puede llegar a invalidar la vida del individuo, haciendo que todo gire en torno a él.
Es probable, que a pesar de no llegar a los extremos citados en el párrafo anterior, si nos identifiquemos,- o lo hagamos con alguien de nuestro entorno-, con la existencia de que algo de nuestro cuerpo, nuestro carácter, nuestra familia, etc. no nos gusta del todo y tendamos a ocultarlo o evitarlo.
Es muy importante superar los complejos y saber afrontarlos. A veces el afrontamiento se basa en una sencilla aceptación. Saber, que no somos perfectos, que la idea de perfección es muy subjetiva, que todos tenemos elementos propios que nos gustan más y otros que nos gustan menos y por tanto aprender a vivir con ello sin que nos atormente. En otras ocasiones, este afrontamiento sí puede ser activo: luchando por identificar el problema e intentando cambiar los pensamientos negativos asociados a aquello que se quiere modificar.
¿Cuándo suelen aparecer y por qué?
- Generalmente se originan en la infancia: Un comentario, una conversación que se escucha, algo que se ve en la televisión o alguna historia que se cuenta.
- Se afianzan en la adolescencia; etapa característica de auto-observación, juicios, importancia sobrevalorada del aspecto físico, la imagen expuesta y sentimientos relacionados con la evaluación continua de los demás.
- Se manifiestan abiertamente en la etapa adulta, en caso de no haber sido superados en las etapas anteriores. En esta etapa, se tiende a recordar factores del pasado que han hecho que ese complejo se convierta en un elemento perturbador. La elaboración de esta idea y el comenzar a repasar hechos anteriores, favorece la identificación con el complejo y que cada vez más se viva como propio.
Cómo superar los complejos
- Lo primero siempre debe ser descubrir las causas del complejo y autoconvencerse de que puede ser gestionado.
- Una vez identificado diferenciar si se va a trabajar con el objetivo de ACEPTAR y aprender a vivir con ello o con el de AFRONTAR activamente y cambiar el elemento perturbador.
- Identificar los pensamientos negativos e intentar cambiarlos. Incluso se puede probar a ver el lado positivo o aquel punto fuerte que eso que te preocupa puede tener.
- Tener un conocimiento de sí mismo y aceptarse tal como cada uno es. Aprender a quererse uno mismo, aceptándose y valorándose, con virtudes y defectos.
- Potenciar las virtudes. Poner el foco precisamente en lo que se sabe que es punto fuerte o cualidad positiva para así evitar estar centrados en lo negativo.
- Ser realista. Ajustar expectativas para aumentar la probabilidad de generar emociones agradables y evitar así sentimientos de frustración y decepción.
- Realizar un esfuerzo personal para superarse. Ponerse retos y metas cercanas y accesibles para reforzar la autoestima, pensando siempre en positivo.
- Abrirse a los demás, iniciar una apertura social. El entorno social también ayuda a vencer aquellas situaciones que individualmente sería más complicado.
La actitud frente a un complejo es un elemento clave. Tal y como nos presentemos al mundo, el mundo nos percibirá