

Para el desarrollo adaptativo, sereno y sano de los niños/as, desde edades tempranas es importante que puedan asumir que aquello que desean no siempre salen como ellos quieren, en el momento que quieren y de la forma que quieren.
Desarrollar tolerancia a la frustración es una vacuna contra la ansiedad y la agresividad, es mejorar además la capacidad de resolver los retos a los que tendremos que enfrentarnos en etapas posteriores, es poder adquirir un conocimiento sobre nosotros y sobre la vida que nos permitirá sin duda construir más y mejores recursos: reflexión, análisis, optimismo, toma de decisiones, escucha, comunicación afectiva, empatía….
- La frustración es una emoción que se “alimenta de otras” para manifestarse, se compone de rabia, de impotencia, de indignación, de incomprensión…., surge cuando algo deseado o planificado no conseguimos que llevarlo a cabo como nos hubiese gustado.
Forma parte de nuestro repertorio emocional, por tanto es completamente normal sentirla, tanto en etapas infantiles como adultas, la diferencia es que los niños/as aún no han aprendido a asumir, tolerar y gestionar la adversidad y reaccionan con enfados, pataletas, lloros, insultos, agresiones, tristeza excesiva, amenazas… A los padres y madres «nos toca» enseñarles a canalizar esta frustración de una manera más adaptativa, haciéndoles ver que existen otras formas de actuar, es decir, que se puede gestionar este “cóctel” emocional.
El amor por los hijos/as nos lleva muchas veces a querer ahorrarles todo tipo de disgusto, de pena, de enfado, de ambivalencia emocional, por tanto nos anticipamos a sus deseos, hacemos sus tareas y/o nos desvivimos por complacerles, pero por qué actuamos así:
- Nos preocupa defraudarles
- Sentimos pena “ya tendrán tiempo de sufrir cuando sean mayores”
- Detestamos parecer autoritarios
- No queremos que pasen por lo que nosotros/as hemos pasado
- Tratamos de compensarles por el tiempo que no les dedicamos con una permisividad exagerada
- Huimos de los conflictos para ahorrarnos rabietas, malas caras, tensiones, etc.
- Parecemos egoístas si imponemos normas que valoramos nosotros como importantes
- No tenemos suficientes energías para discutir
Pero este posicionamiento no les ayuda en absoluto, dado que los niños/as van a enfrentarse a continuas dificultades y situaciones desconcertantes a nivel académico, social, afectivo y familiar. Es importante que puedan adquirir recursos desde la más tierna infancia, para afrontar estas emociones y que identifiquen que el mundo no está hecho siempre como ellos desearían, sin que necesariamente esto sea negativo, en ocasiones de estas situaciones aparecen grandes aprendizajes.
Algunas actitudes que definen a los pequeños/as con baja tolerancia a la frustración son:
- Son impulsivos
- Quieren satisfacer sus necesidades de forma inmediata
- Son exigentes
- Tienen actitudes agresivas ante la adversidad
- Desarrollan con mayor frecuencia ansiedad y depresión ante los conflictos
- Culpabilizan a los demás de sus fracasos
- Tienen alta comparativa social
- Se muestran soberbios o especialmente inseguros en otros contextos
Cómo ayudarles
Sin duda los límites son nuestro gran aliado, les hace sentirse seguros y protegidos, les enseña qué es lo que tienen que hacer y lo que no, les ayuda a comprender que no todo gira en torno a ellos y que los demás también tienen deseos, derechos y necesidades. Además, les enseña a postergar sus deseos, superar las dificultades, afrontar nuevos retos y a ganar autonomía.
Cuando nuestro hijo/a manifiesta su baja tolerancia a la frustración es importante que sepamos actuar adecuadamente, porque de ello dependerá en gran medida que su aprendizaje en este camino de la gestión emocional sea más o menos eficaz, somos modelo para ellos, nuestra gestión es el modelo que ellos deberán seguir de guía.
Vamos a partir de unas premisas preventivas para ayudarles a afrontar la adversidad:
- Permitir que haga las cosas por sí mismo, debe aprender de sus errores y valorar el esfuerzo
- No acudir rápidamente a rescatarle cuando surja cualquier situación conflictiva
- Establecer las normas y límites que consideremos necesarios y mantenerlos sin ceder ante sus enfados, rabietas, insistencias,…
- Revisad las normas conforme el niño crece y aumentar sus responsabilidades
- Estar atentos para premiar todas las conductas en las que sepa buscar soluciones no agresivas ante la adversidad
- Fijar consecuencias a las conductas negativas o que queremos que abandone
- Ayudarle a poner en palabras lo que siente
- Reconocer nuestras equivocaciones y explicarle que errar es común, que lo importante es pensar cómo solucionarlo
- Cuando se ponga furioso, nosotros debemos mantener la calma, no actuar como él, y transmitirles que de esta forma no va a obtener nuestra atención ni conseguir lo que se propone
- Tener paciencia, como en todo aprendizaje, nuestro hijo/a necesita tiempo
|
Una vez que se haya gestionado la situación, recordad que el cariño y el humor deben presidir en nuestras relaciones familiares