

La teoría de la mente es la capacidad para atribuir estados mentales en las demás personas (y en nosotros mismos) y así poder realizar predicciones sobre el comportamiento futuro y poder ponerse en el lugar de los otros. Se trata de la habilidad de comprender que cada uno de nosotros percibimos, pensamos, sentimos, deseamos o creemos cosas diferentes según la perspectiva en la que analicemos.
Aparece sobre los 4 años aproximadamente, pero en realidad todo esto comienza a desarrollarse con una etapa crucial en el desarrollo de los bebés.
Según la teoría de Piaget, desde el nacimiento hasta los dos años aproximadamente se desarrolla la permanencia de objeto y ¿qué es la permanencia de objeto y para qué nos sirve desarrollarla?
- Se trata del proceso por el que los bebés pasan de pensar que aquello que ya no ven ha dejado existir, a descubrir que aquello que vieron pueden volver a encontrarlo y pueden volver a verlo. No desaparece, simplemente no está presente, está oculto.
Con el paso del tiempo y los hitos evolutivos, llegamos a la etapa donde el niño, ya de unos 4 años, como decíamos anteriormente, comienza a desarrollar la teoría de la mente propiamente dicha y comienza con lo que se denomina “ver conduce a saber”.
En este momento, los niños y las niñas experimentan que aquello que ven les da la información de lo que ocurre y que la persona a la que se lo comparten, necesita verlo para obtener la misma información. “Sé que tu no ves lo que yo puedo ver”. Este paso, sería la teoría de la mente de primer orden, donde solo atribuimos un estado mental. “yo sé que tú no sabes algo”. Después de esta primera etapa que se interioriza durante unos dos años, aparece la teoría de la mente
de segundo orden. Aquí damos el paso de atribuir a otra persona, un estado mental referido a otro estado mental. “Sé que tú sabes que María no lo sabe” y aparece aproximadamente entre los 6 y 10 años.
De este modo pasamos a atribuir a los demás y a nosotros mismos lo que están pensando, viendo, sintiendo. Aparecen los “verbos mentalistas” que explican y argumentan lo que ocurre, ha ocurrido, o va a ocurrir. Lo que les provoca esas situaciones y los pensamientos que experimentan ante determinadas experiencias.
- En las personas con autismo, este proceso mental es una de las características afectadas dentro del trastorno, lo que implica que se debe trabajar de una manera más consciente para que puedan producirse estos aprendizajes. La ceguera al contexto (Peter Vermeulen) característica en este trastorno, influye de forma directa en el desarrollo de la teoría de la mente, ya que la información que necesitamos para poder conseguir todo el significado de las situaciones proviene del entorno, del contexto y al producirse esta “ceguera”, hay dificultades en la lectura de ese contexto que le da significado a las situaciones.
- La lectura de las emociones de los demás y en sí mismos, es otro aspecto en el que se ha demostrado que las personas con autismo presentan dificultades, especialmente el asco y el miedo. Todas las emociones son parte fundamental dentro de la teoría de la mente, donde se pone en juego la empatía hacia los demás, conocer sus emociones y poder actuar en consecuencia. Las personas con autismo, por una coherencia central débil (Frith) y la teoría de “ceguera al contexto” que la refuerza (Peter Vermeulen), presentan dificultades en la lectura de todas estas emociones y lo que puede provocarlas. Su atención centrada en los detalles no les permite realizar esa lectura de forma natural.
Por todo esto, con las personas con autismo debemos enfocar nuestra intervención a través de actividad experimentales y naturales, que pongan de manifiesto situaciones reales y estén contextualizadas.
- Es interesante comenzar a trabajar con los sentidos. Conocer cada uno de ellos, qué función tiene y cómo se perciben en uno mismo. Esto ayuda a comprender por donde nos llega la información del entorno y cómo podemos gestionarla.
- Debemos conocer y comenzar a trabajar desde los aspectos relacionados con la teoría de la mente de primer orden (“yo sé que tú no sabes algo), a través de dinámicas y actividades basadas en situaciones reales, experimentales y lo más contextualizadas posibles. El uso de las rutinas diarias y el juego es nuestro principal aliado.
- Después pasaremos a la teoría de la mente de segundo orden (“Sé que tú sabes que María no lo sabe”) del mismo modo.
- Debemos trabajar las emociones desde una perspectiva contextual, donde exista un por qué y una consecuencia a esa emoción. No quedarnos en una simple lectura de facciones faciales que puede dan lugar a equívocos, ya que las emociones y su significado esta siempre contextualizado. (Lloro de tristeza por la pérdida de un ser querido, pero también puedo llorar de alegría porque he conseguido ganar una carrera)
- Es interesante tener siempre presente la importancia de trabajar con actividades y dinámicas que estén contextualizadas, naturales para poder argumentar el por qué, dónde y cómo y así dar visibilidad y significado a través del contexto.
- Introducir los verbos mentales en las exposiciones de lo que estamos viendo y analizando de forma paulatina. Veo, pienso, siento, creo, imagino, deseo, me gustaría, quiero… y del mismo modo, hacerlo atribuyéndoselo a otra persona; creo que tú, tu sientes, a ti te gustaría, tu piensas que… para pasar hacerlo con una tercera; el piensa que… él siente, él imagina que, a él le gustaría que…
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