

- Hacer la compra, atender en clase, preparar la comida, realizar las tareas del colegio, ir al trabajo o estudiar para un examen. Todas ellas son tareas que forman parte de nuestro día a día y, aunque aparentemente son sencillas, implican una serie de procesos cognitivos complejos que permiten que podamos llevarlas a cabo: las funciones ejecutivas.
¿Qué son las funciones ejecutivas?
- En el campo de la neuropsicología hay múltiples definiciones para este concepto, presentando determinados matices según el autor. Actualmente, podemos definir las funciones ejecutivas como el conjunto de capacidades cognitivas necesarias para autorregular la propia conducta, es decir, permiten identificar un objetivo, elegir qué acciones hay que realizar y mantenerlas en el tiempo para conseguir la meta propuesta.
- Los estudios han demostrado que las funciones ejecutivas se encuentran relacionadas principalmente con las estructuras prefrontales del cerebro, concretamente, con la corteza prefrontal. Por tanto, dichas habilidades se adquieren y desarrollan a lo largo del desarrollo evolutivo debido a que la maduración del sistema ejecutivo de la corteza prefrontal se produce durante los primeros 20-30 años de vida. Esto explica que se vayan produciendo cambios en la regulación del comportamiento, por ejemplo, al inicio los niños y niñas necesitan que sea una persona externa la que les ofrezca herramientas de regulación consiguiendo hacerlo por ellos y ellas mismas con el paso de los años. Otro de los factores involucrados es la percepción de futuro, en la etapa infantil se observa dificultad para esperar una gratificación, sin embargo, a medida que el sistema ejecutivo va madurando, hay mayor capacidad para valorar cuáles son las consecuencias a largo plazo pudiendo aplazar los refuerzos con más facilidad.
¿Cuáles son las capacidades que componen las funciones ejecutivas?
De nuevo, hay diferencia en el número de habilidades que se incluyen dentro de este concepto, no obstante, las principales son:
- Inhibición: capacidad de controlar el comportamiento frente a las interferencias y distracciones, es decir, generar respuestas razonadas en lugar de impulsivas o automáticas.
- Monitorización: habilidad para mantener la atención sobre la tarea que se está realizando, teniendo capacidad para supervisar si el plan establecido se está cumpliendo; qué y cómo se está llevando a cabo.
- Memoria de trabajo, verbal y no verbal: capacidad para almacenar temporalmente la información para que la persona pueda trabajar con ella, resolviendo tareas complejas.
- Anticipación: permite prever cuáles pueden ser las consecuencias de una acción o comportamiento facilitando la preparación para actuar.
- Planificación, organización y resolución de problemas: capacidad para pensar en el futuro y establecer cuáles son los pasos a seguir para conseguir el objetivo marcado, planeando posibles opciones de respuestas y teniendo habilidad para innovar si surge algún imprevisto.
- Flexibilidad cognitiva: capacidad para adaptar la forma de pensar o actuar ante posibles cambios externos, así como, realizar modificaciones en un plan establecido.
- Autorregulación del tiempo: habilidad para gestionar el tiempo teniendo en cuenta los plazos.
- Autorregulación emocional: capacidad para identificar y gestionar las emociones.
Una vez entendido el concepto de funciones ejecutivas y cuáles son sus principales implicaciones, es importante señalar que las personas que presentan alteraciones en el desarrollo de dichas capacidades cognitivas pueden tener importantes dificultades de adaptación al contexto. Esto puede ocurrir cuando se produce un daño cerebral en las estructuras prefrontales, siendo el síndrome disejecutivo o síndrome frontal el más conocido, o en algunos trastornos del neurodesarrollo como el Trastorno por Déficit de Atención y/o Hiperactividad (TDAH), Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) y dificultades del aprendizaje como la dislexia o discalculia.
Claves para fomentar el desarrollo de las funciones ejecutivas:
- Acompañarlos en el proceso de identificar qué tienen que hacer y cómo pueden conseguirlo para establecer un plan de acción, tanto en las tareas cotidianas como en su gestión emocional.
- Utilizar recursos externos que faciliten el uso de la memoria de trabajo, por ejemplo, pos-it, listados o tarjetas con pistas para recordar aspectos claves que favorezcan el rendimiento.
- Potenciar el uso de agendas u organizadores ya sea en papel o digitales para realizar la planificación y, de esta manera, poder ejecutar los pasos necesarios y conseguir el objetivo establecido.
- Convertir el tiempo en algo físico y externo, por ejemplo, con temporizadores o relojes adaptados a cada etapa evolutiva (reloj de arena, digital, analógico, alarmas…).
- Utilizar tiempos cortos con descansos.
- Identificar tareas en las que las consecuencias estén aplazadas e introducir consecuencias artificiales, por ejemplo, una economía de fichas en la que puedan ir consiguiendo puntos al cumplir objetivos.
- Resolver problemas con materiales que les permita trabajar de forma manual, por ejemplo, con canicas para matemáticas.
Las funciones ejecutivas cumplen un papel fundamental en el desarrollo de nuestro día a día, por tanto, es muy importante detectar si existen dificultades en esta área para facilitar la adaptación al contexto de dichas personas, ya sean niños/as, adolescentes o adultos. En Centro TAP, contamos con un equipo de profesionales que podrán acompañarte en la detección e intervención de estas posibles dificultades en las funciones ejecutivas.