

Los pensamientos intrusivos son ideas que llegan a la mente de manera involuntaria en forma de imagen, palabra o impulso. Aparecen sin motivo aparente y, debido a su contenido catastrófico, escandaloso o inmoral, traen consigo una carga emocional altamente desagradable (vergüenza, culpa, miedo de uno mismo, ansiedad, etc.). De ahí su calificativo “intrusivo” que viene del inglés “intrusive” y hace referencia a algo “indeseado, molesto, que no es bienvenido” y que posee la cualidad de entrometerse en la consciencia de la persona.
Existen pensamientos intrusivos de todo tipo. Los más frecuentes se relacionan con contenidos de:
- Agresión: en los que se hace daño, se maltrata o se mata a otra persona, sobre todo a quien se percibe débil (un bebé, un niño, un anciano, una mascota) o a quien se quiere (un familiar, un amigo, la pareja…). En este sentido abundan las ideas de empujar a alguien a las vías del tren; pegarle un puñetazo a la persona con la que se está hablando; estrujar a un recién nacido; etc.
- Autolesión: Por ejemplo, precipitarse por un balcón/ ventana/ edificio; meter los dedos en la batidora; estamparse mientras se conduce; cortarse con un cuchillo; etc.
- Sexual: son muy frecuentes las escenas de incesto; pedofilia; sadismo; zoofilia; de agresión sexual; desnudarse en público; infidelidad etc. También son habituales los pensamientos homoeróticos (especialmente en personas heterosexuales que atribuyen un gran valor a su heterosexualidad).
- Catastrófico: en los que se imaginan todo tipo de desgracias. Por ejemplo, la muerte de un familiar; tener una enfermedad grave; que se burlen de uno; que ocurra un accidente (atropello, asfixia…); etc.
- Blasfemia: en los que personas con cierto arraigo religioso imaginan escenas “indebidas” con el diablo, Dios u otras figuras; piensan en pecar; tienen el impulso de decir palabras o cometer actos inmorales en ceremonias religiosas; etc.
¿Cuándo son un problema?
Según los datos, más del 80% de la población reconoce tener pensamientos intrusivos que aparecen de manera esporádica y que son generalmente contrarios a sus propios principios (lo que en psicología se llama “egodistonía”). Este fenómeno forma parte de la naturaleza sana y normal del cerebro y no interfiere para nada en la vida de las personas. Tal y como viene el pensamiento, se va.
Sin embargo, para algunos los pensamientos intrusivos pueden llegar a suponer un auténtico problema. Esto ocurre cuando adquieren una alta importancia en el pensamiento general del individuo que suele producirse porque:
- No se soporta el desagrado que originan (asco, culpa, miedo, vergüenza…).
- Se tiene la idea de que se es un “monstruo”, un “degenerado”, un “loco”, etc. por tenerlos.
- Se da veracidad a su valor premonitorio (“si lo he pensado, puede pasar”).
De ello se deriva una necesidad imperiosa de suprimir dicho contenido de la mente, lo cual, paradójicamente, produce un efecto rebote. Este proceso se denomina “control mental irónico bimodal” y propone que la supresión intencionada de pensamientos es contraproducente, puesto que, aunque hay una parte (A) de la mente que trata de eliminar el pensamiento intrusivo, existe a la vez otra parte (B) que está comprobando constantemente que no se esté produciendo dicho pensamiento, lo cual le hace volver al mismo.
Este proceso que funciona como un círculo vicioso es el responsable de que el pensamiento intrusivo se repita una y otra vez y de que pueda llegar a convertirse en un pensamiento intrusivo de carácter obsesivo.
Trastornos relacionados con pensamientos intrusivos
Los pensamientos intrusivos son una de las piezas clave del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), una afección en la que el individuo siente que sus pensamientos (obsesiones) no se van a cumplir en la medida en que realice acciones determinadas (compulsiones). La persona que lo sufre y no recibe tratamiento suele ver su vida completamente alterada, siendo el TOC uno de los trastornos más incapacitantes que existen.
Asimismo, los pensamientos intrusivos pueden aparecer como síntoma de otros problemas, especialmente en la depresión post-parto (donde se piensa en dañar al bebé), en los trastornos de ansiedad (donde se piensa en la posibilidad de que vuelva a vivirse un ataque de pánico) y en el trastorno de estrés post-traumático (relacionados habitualmente con el suceso traumático).
Soluciones
La solución a los pensamientos intrusivos pasa por quitarles la importancia que han ido adquiriendo. Para ello uno tiene que aceptarlos, es decir, permitirse pensar en ellos y renunciar a eliminarlos. De cara a este objetivo es requisito imprescindible exponerse a las sensaciones desagradables que producen y otorgarles una mirada objetiva. ¿Cómo?
- Entendiendo que forma parte de la naturaleza humana ser consciente de lo que uno se capaz (o no). La mayoría de los pensamientos intrusivos se desencadenan porque uno se hace consciente de su capacidad de agencia (“puedo hacer daño a otros o a mí mismo si quiero”, “soy capaz de tomar una decisión que marque la vida de alguien”) y de su vulnerabilidad (“el mundo es tan grande y yo tan pequeño”, “tengo muy poco control”). La facultad de ser consciente de uno mismo (lo que en psicología se llama “metacognición”) forma parte de la biología humana y es inevitable.
- Entendiendo que los pensamientos intrusivos forman parte del pensamiento espontáneo (fantasía) y diferenciándolos del deseo. La mente siempre está ocupada (incluso durante el sueño) y uno solo dirige voluntariamente una pequeñísima proporción de pensamientos que se producen durante el día. Los pensamientos son solo eso, pensamientos, y no prescriben en absoluto la realidad. A las personas se nos puede venir a la mente cualquier cosa (incluso lo más absurdo y perturbador). Esto puede generarnos distintas impresiones (desde miedo hasta curiosidad), pero no por ello tenemos que desearlo. La fantasía se limita al terreno de lo mental. Se basa en la hipótesis (¿qué pasaría si…?) y es una válvula de escape del juicio moral (“como nadie me va a juzgar puedo pensar lo que quiera”). Sin embargo, el deseo se orienta hacia la acción, hacia la intención de hacerlo real y se circunscribe al juicio moral. Dicho de otro modo, para que una fantasía se convierta en deseo debe pasar por el filtro de las normas morales de la persona. De manera, que uno puede fantasear cualquier cosa, pero no desearla.
- Entendiendo que los pensamientos intrusivos no se relacionan con la identidad. Muchas personas asumen que todo lo que piensan forma parte de su identidad por el mero hecho de que se les haya ocurrido. Lo cierto es que uno puede imaginarse lo que sea (p.ej. que la tierra es plana o que atropella a propósito a un familiar), pero ello no determina ni la personalidad ni la realidad (por pensarlo ni se es “terraplanista” ni es un asesino). Las personas pueden tener una vida tranquila con pensamientos totalmente incompatibles con sus valores.
Si a pesar de estas claves te sientes con malestar y te percibes incapaz de manejar la situación tú solo, no dudes en pedir ayuda profesional, en Centro TAP estaremos encantadas de ayudarte en todo aquello que necesites.