

Según el Instituto Nacional de Salud Mental, el trauma infantil se define como: “Un evento emocionalmente doloroso o angustiante que experimenta el niño, y que a menudo resulta en efectos duraderos mentales y físicos”
- Cuando un menor o adolescente vive situaciones dolorosas, peligrosas o perturbadoras de forma repentina (como la enfermedad o el fallecimiento de una persona cercana o sufrir un accidente de tráfico), o de forma intensa y prolongada en el tiempo (como el bullying, lesiones físicas, rechazo, violencia familiar, acoso o abuso físico, emocional y sexual, entre otros), se considera que ha sufrido una situación traumática, que puede conllevar el padecimiento de emociones adversas y sufrimiento prolongado.
Podemos considerar entonces, que un trauma infantil es una herida emocional derivada de un suceso doloroso o negativo durante el periodo de la infancia, que puede repercutir emocionalmente a largo plazo, llegando a dejar huella en la vida adulta.
- En edades tempranas, en muchas situaciones, puede ocurrir que la experiencia traumática exceda la capacidad del menor para comprender el mundo, no llegue a entender lo que le está pasando, cómo se está sintiendo, incluso que no sabe identificar o poner nombre a su malestar. De ahí que los menores sean más susceptibles a bloquearse y paralizarse ante estas situaciones, sin tener la capacidad suficiente para pedir ayuda o gestionar su malestar y por lo que sean más vulnerables a padecer sintomatología traumática.
Sin ayuda o recursos para poder gestionar y procesar ese dolor de forma adecuada en el momento del suceso, puede “enquistarse”, siendo más difícil recuperarse, llegando a acarrear consecuencias emocionales o afectivas a largo plazo como bloqueos, somatizaciones, conductas evitativas, rabia contenida, desconfianza, inseguridades, etc.
¿QUÉ SEÑALES PUEDEN SER INDICIOS DE UNA EXPERIENCIA TRAUMÁTICA NO PROCESADA?
Como hemos comentado previamente, muchos menores demuestran estas señales tiempo después de su experiencia traumática, incluso ya en la adultez. Como mecanismo de defensa, la mente tiende a bloquear o taponar esos recuerdos por lo que el síntoma puede estar latente y aparecer meses o años después de esa experiencia, tras un evento detonador o activador.
Quizás, si recuerdas tu infancia o tus sensaciones, podrías reconocerte en alguno de estos síntomas o consecuencias emocionales adversas:
- Ansiedad por separación
- Miedos, pesadillas o problemas para dormir
- Llantos y gritos repentinos
- Problemas de conducta o irritabilidad
- Problemas de aprendizaje o bajo rendimiento académico
- Somatizaciones como dolor de cabeza, de tripa, náuseas, vómitos.
- Sintomatología ansiosa o depresiva
- Baja autoestima
- Aislamiento o cambios de humor
- Consumo de sustancias
- Experiencias sexuales tempranas
- Trastornos en la Conducta Alimentaria
¿QUÉ PODEMOS HACER LOS ADULTOS?
Si somos los adultos quienes tenemos esas huellas emocionales derivadas de las experiencias traumáticas vividas en la infancia, es necesario reconocer y dar valor a esas emociones, sentimientos y sensaciones corporales en el momento que vamos haciendo consciente nuestro malestar, para identificar de dónde viene, y así poder trabajar de forma eficaz para procesar el trauma.
Con los menores sería esencial permitirles expresar su malestar y legitimarles para sentir emociones tales como ira, tristeza, rabia, vergüenza y miedo para conectar con ellas, y así que puedan desbloquear el elemento traumático y sanar ese dolor.
Para poder ayudar al menor a recuperarse, es esencial el acompañamiento en todas las áreas que le rodean:
- Dotar al niño de un entorno sano y seguro
- Apoyo por parte de la familia y del entorno más cercano, siendo figuras de referencia, protección y cuidado.
- Validar las emociones del menor y cubrir sus necesidades
- Potenciar la conciencia corporal del niño
- Acompañar al niño en su dolor o malestar sin presionarle a la recuperación.
- Evitar que el menor se culpe de lo que pasó
- Si se trata de un evento complicado o con una sintomatología adversa, es recomendable acudir a un profesional de la salud mental para ayudar al menor y a su entorno familiar en el proceso de recuperación.
Desde el equipo de profesionales de Centro TAP contamos con un área especializado en trauma donde podremos atender y tratar cualquier somatización o sintomatología traumática, ya sea en la infancia, adolescencia o en tu vida adulta. Estamos a tu lado para todo aquello que necesites,
“Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz” (Tom Robbins)