

En el día a día de un terapeuta se dan situaciones en las que el paciente se percibe incapaz de tomar una decisión, se castiga por no pasar rápido de página o se avergüenza por temerle al juicio social e, inmensamente preocupado, acaba por verbalizar: “¿por qué soy tan débil?”.
En este contenido que hoy os presentamos vamos a descubrir qué variables, creencias y elementos son los que nos hacen pensar en nuestra debilidad o fortaleza mental.
- Las personas llegan a este tipo de conclusiones porque se comparan con los demás. Observan que otros se enfrentan a las adversidades de la vida sin miedo aparente; se cruzan con gente que dice no importarle la opinión ajena; coinciden con personas a las que las emociones parecen no afectar; y terminan por considerar la fortaleza mental como una cualidad deseable que tiene que ver con la facultad para hacer frente a los desafíos de la vida manteniendo la estabilidad y sin que ello suponga una perturbación interna.
En esta línea, Jean de la Fontaine escribía en 1668 una fábula titulada “La encina y el junco” que cuenta la historia de las discusiones entre una encina y un junco que habitaban la misma orilla de un río. La encina, un poderoso árbol de aspecto robusto, se jactaba de su solidez y fortaleza puesto que sus cualidades la harían inquebrantable contra el viento y la rudeza del invierno. Al menos eso es de lo que presumía ante el junco mientras se burlaba de su fragilidad: “el peso del más flaco pajarillo no puedes aguantar y el menor viento que arruga la tranquila superficie de las aguas inclina tu cabeza. No así soy yo, pues mi frente, semejante al Cáucaso, no solo me basta para detener los rayos del sol ardiente, sino que las furiosas tempestades del mismo modo desafío”. El junco solía responder con escepticismo: “mucho menos que tú los aires temo. Yo me inclino a su fuerza y no me rompo. Tú, sin doblar la espalda, has resistido hasta aquí sus impulsos formidables, pero, amiga, hasta el fin nadie es dichoso”. Al tiempo se produjo el invierno. La encina resistía tiesa a sus embates y el junco con flexibilidad se dejaba doblar en favor de la trayectoria de los vendavales. Sin embargo, un día las cosas empeoraron y un huracán empezó a soplar. El junco volvió a plegarse al son de los feroces vientos, mientras que la encina, rígida y rigurosa, combatía permaneciendo inmóvil ante aquella furia. A la mañana siguiente, el junco, vivo, se alzó sacudido y conmocionado sólo para descubrir a su lado un enorme agujero en el lugar en el que la encina alojaba sus raíces.
Las enseñanzas de la Fontaine llevan al lector a entrever que existen dos actitudes opuestas que se emplean a la hora de afrontar un desafío:
- La de la encina que es una postura rígida desde la cual se pretende aguantar las presiones sin perder la forma.
- La del junco que es una postura flexible desde la cual se está dispuesto a la modificación y adaptación.
¿Qué tipología de mente crees tener?
La mente encina
Al igual que la encina de la Fontaine, nuestra sociedad establece una serie de coordenadas en torno al ideal de fortaleza mental que tienen que ver con la dureza emocional, la imperturbabilidad moral y la firmeza de la intención (o fuerza de voluntad). Ello viene heredado, en gran parte, del modelo americano de los últimos cuarenta años, el American Way of life, que Europa ha ido acogiendo paulatinamente. Dicho paradigma se caracteriza por poner el foco en el individuo (en sus facultades personales) y por establecer una correspondencia biunívoca entre la voluntad y los logros.
En infinidad de ocasiones se ha dicho que “si uno quiere, puede”, que “recogerás lo que siembres”, que “nada es imposible“ (del eslogan original de Nike impossible is nothing) y que en la tierra de las oportunidades con voluntad hasta el más pobre puede hacerse rico. Desde esta perspectiva, la voluntad se asocia con la capacidad para controlarse y mantenerse libremente en dirección a un objetivo sin dejarse desviar por influencias internas (por ejemplo, las dudas, el cansancio, el estado de ánimo…) ni externas (por ejemplo, las opiniones de otros, una familia que no apoya, tentaciones…). Las personas establecen, por tanto, la expectativa de que si permanecen inalterables tendrán éxito en la vida y ello, a su vez, los lleva a adoptar una posición de lucha.
Nos contamos que el orden las cosas es: yo me esfuerzo, el mundo me recompensa. Sin embargo, al igual que el huracán que desafía a la encina, el entorno es contingente, cambiante, incontrolable y no siempre nos devuelve lo que creemos merecer.
Desde la posición de combate de la mente encina, cuando las adversidades nos alteran (nos hacen dudar, temer, enfurecer…) sentimos culpa, frustración y conectamos con la inutilidad y la inferioridad. Creemos que la fortaleza tiene que ver con que las cosas no nos afecten y luchamos para ello, pero la realidad nos recuerda una y otra vez que somos vulnerables.
La mente junco
Nos condicionan la procedencia, los genes, el estado de ánimo, las expectativas de los demás, la manera en que nos explicamos las cosas, etc. Esto no quiere decir que los valores del esfuerzo y la perseverancia no sean buenos compañeros. Esto quiere decir que no son una garantía.
La realidad es variable. No tiene un orden prestablecido. Las circunstancias cambiantes nos desafían y exigen que el individuo sea capaz de modificar su respuesta adaptándola a las necesidades del entorno. Por ejemplo, una persona que acostumbrada a trabajar de cara al público se ajusta al nuevo modelo de teletrabajo durante la pandemia.
En contraposición a la postura rígida de la encina, la posición flexible del junco establece que la fortaleza mental no consiste en mantenerse igual por encima de todo, sino en adoptar una actitud de apertura a la experiencia y dirigir el esfuerzo a que se lleven a cabo aquellas acciones y modificaciones que le permitan a uno recuperar una vida funcional.
Algunos ejemplos para ver la diferencia entre la actitud rígida (encina) y la actitud flexible (junco):
- Mantener una opinión a pesar de tener evidencias contrarias (rigidez) vs. mantener una opinión estando abierto a modificarla ante evidencias contrarias (flexibilidad).
- No dejar que los sentimientos influyan para nada (rigidez) vs. identificar los sentimientos, comprenderlos y atender las necesidades no cubiertas en la medida de lo posible (flexibilidad).
- No desviarse de un objetivo prestablecido incluso aunque sea nocivo (rigidez) vs. no desviarse de un objetivo prestablecido, salvo que sea nocivo o haya dejado de ser importante. Dar un paso atrás y buscar otro camino (flexibilidad).
- Hacer las cosas sólo, aunque se necesite ayuda (rigidez) vs. hacer las cosas solo, salvo que se necesite ayuda. Pedirla. (flexibilidad).
Tal y como decíamos en el contenido del post, no siempre somos capaces de ganar capacidad adaptativa para generar el bienestar necesario para nuestras vidas, con la ayuda del equipo de psicólogas de Centro TAP te acompañaremos en tu flexibilización cognitiva si lo crees necesario. ¡Contacta con nosotras!