

¿Por qué te preocupa tanto lo que otros piensen de ti?, ¿por qué te preocupa tanto que los demás se enfaden contigo?, ¿por qué te preocupa tanto que la gente no se comporte como debería? El psicólogo Alfred Alder tiene la respuesta: no has separado bien tus tareas de los/as demás.
- Alfred Adler (1830-1937) fue un médico y psicoterapeuta austriaco muy revolucionario en su época. Una de las contribuciones más importantes que hizo a la psicología actual fue poner el énfasis en la separación de tareas, una expresión que define la habilidad para establecer una distancia clara entre las funciones de una persona frente a las de otra y, que ha sido clave para simplificar la vida, tener una mirada más realista y mejorar todo tipo de relaciones sociales.
- Según Adler la mayoría de los problemas asociados a las relaciones interpersonales son consecuencia de que invadimos las tareas ajenas o de que otros invaden las nuestras. Así ocurriría, por ejemplo, en el caso de una madre que discute con su hijo adolescente para que se ponga el abrigo cada vez que va a salir con sus amigos. Desde el punto de vista de Adler, la madre estaría invadiendo la tarea de su hijo, puesto que abrigarse y cuidar de la propia salud es una labor que le corresponde a la persona que, en última instancia, se beneficia de dicha acción.
- El motivo por el que invadimos o dejamos que nos invadan se debe principalmente a que en nuestras mentes las tareas propias y las ajenas se representan de manera fusionada. A las personas les cuesta mucho separar lo que es su responsabilidad de lo que es de la de los demás. Esto incluye las expectativas y las emociones. En el ejemplo anterior, la madre probablemente invada la tarea de su hijo porque considera que no hacerlo implicaría, a ojos de los demás, ser una mala madre. Sus propios miedos o sus propias expectativas sobre cómo debería comportarse una madre le llevan a actuar haciendo suya una cuestión que, en realidad, no le corresponde a ella.
Para Adler la tendencia a fusionar las tareas ajenas con las propias está absolutamente condicionada por una educación basada en la recompensa. Hacemos lo adecuado solo si, después, nos es reconocido. Así, al igual que la madre invade las tareas de su hijo para que se reconozca que es buena madre, un vecino estaría dispuesto a saludar a sus otros vecinos sólo si estos le saludan de vuelta.
- Asumir este principio nos hace creer que el mundo debe cumplir con un orden: si soy bueno, los demás deberían ser buenos conmigo. O, por el contrario, si los demás no son buenos conmigo, no tengo porqué ser bueno con los demás. Esta manera de pensar, conduce erróneamente a la deducción de que el comportamiento propio está determinado por el de los demás (no he sido amable contigo, porque tú no lo has sido conmigo) o que el comportamiento de los demás está determinado por el propio (no has sido amable conmigo, porque yo no lo he sido contigo), poniéndonos así en la disposición para justificar cualquier conducta y para culparnos o culpar a los demás sin ningún tipo de objetividad sobre nuestras verdaderas responsabilidades.
- Según Adler podemos admitir que las respuestas de los demás contribuyen a inclinar nuestras decisiones en una dirección u otra (si me hablas con agresividad es más probable que yo reaccione defensivamente), pero es rotundamente falso creer que el comportamiento ajeno determina taxativamente el propio (yo puedo responder amablemente, aunque tú me hables con agresividad). De hecho, Adler afirma lo contrario: “cuando una relación interpersonal se cimienta en la recompensa, hay una sensación interna que afirma que <<te he dado esto, así que tú tienes que devolverme esto otro>>. Se trata de un concepto muy distinto al de la separación de tareas. No debemos buscar recompensas y tampoco debemos sentirnos obligados a ofrecerlas” 1 .
Para Adler relacionarse sin separar las tareas es muy poco saludable y conduce ineludiblemente a la invasión de las tareas ajenas o a dejarse invadir las tareas propias. Esto sucedería, por ejemplo, cuando uno se enfada porque un amigo no hace caso de los consejos que se le ofrecen. Por muy coherente y bienintencionado que sea el consejo, la tarea de aceptarlo o rechazarlo es exclusivamente del amigo. Enfadarse por ello es tratar de invadir una tarea que no le pertenece a uno. Para comprenderlo Adler proponía una pregunta clave: ¿quién recibirá el resultado final como consecuencia de la decisión que se tome? Mientras que la consecuencia de ofrecer el consejo la recibiría el que decide emitirlo (p.ej. sintiendo que es bueno por querer ayudar), la consecuencia de admitir el consejo la recibiría el que decide aceptarlo. Así, es tarea del consejero aconsejar (o no hacerlo) y es tarea del aconsejado obedecerlo (o no hacerlo).
- Si desde otra perspectiva, el amigo aceptara los consejos ofrecidos para conseguir que el amigo consejero no se enfade, estaría produciéndose otro de los efectos de la fusión de tareas: dejarse invadir. Esta postura también generaría un alto sufrimiento. Primero, porque uno no puede controlar las emociones que se producen en una cabeza ajena (manejarlas es tarea de quien las siente) y, segundo, porque uno acaba adoptando un criterio que no es el suyo y, como decía Adler: “Si el objetivo principal […] es satisfacer las expectativas de los demás, acabará siendo muy duro para ti porque estarás permanentemente preocupado por si los demás te observan, temerás sus opiniones y reprimirás tu identidad. […] Terminarás viviendo la vida de otro”1.
Separar las tareas es crucial para vivir y para dejar vivir con libertad. Cuando uno es capaz de considerar aisladamente sus responsabilidades frente a las de los demás, ejerce su voluntad con mayor independencia y vive de manera coherente consigo mismo. Lo mismo ocurre al revés. Cuando dejamos de invadir las tareas ajenas, permitimos a los demás que sean ellos mismos y generamos relaciones mucho más sinceras.
Cuatro pasos para hacer la separación de tareas:
- Pregúntate: ¿quién recibirá el resultado final como consecuencia de la decisión que se tome?
- Separa tus tareas de las del otro y ocúpate únicamente de las tuyas
- Renuncia activamente a esperar que los demás aprueben tus decisiones. Ésta es una tarea suya y tú no puedes ocuparte de ella
- Permite que los demás se ocupen de sus tareas, incluso aunque a ti no te guste el resultado. Recuerda: los demás no viven para satisfacer tus expectativas, ni tú vives para satisfacer las suyas
1 Fuente: Kishimi, I. y Koga, F. (2018). Atrévete a no gustar. Editorial Plantea S.A: Barcelona (España).