

El miedo es una emoción adaptativa que aparece ante situaciones de peligro reales, o también imaginarias, para protegernos. Por tanto, desde que los bebés nacen se tendrán que ir enfrentando poco a poco a diferentes circunstancias que les pueden generar miedo. Algunos de ellos son miedos propios del desarrollo evolutivo que mitigaran por sí mismos y, en otras ocasiones estos miedos pueden ser más intensos generando malestar en el niño o la niña, así como en la familia.
- Al inicio del proceso madurativo, los padres y las madres serán los encargados acompañar en la gestión del miedo a sus hijos e hijas. En estos momentos es importante favorecer la identificación y gestión de la emoción, sin minimizar el miedo que están trasmitiendo ni intentar resolverle la situación, para que puedan ir teniendo un modelo de referencia y generando sus propias herramientas.
Actualmente, en la clínica nos encontramos con numerosos niños, niñas y adolescentes que presentan ansiedad ante diferentes situaciones y/o contextos. Aunque la sintomatología ansiosa pueda ser diversa (irritación, nerviosismo, llanto, preocupaciones recurrentes, rituales…), hay muchas ocasiones en las que existe un factor común: la necesidad de control.
Cuando los niños, las niñas o adolescentes conectan con el concepto de enfermedad, muerte o injusticia, entre otros, comienzan a ser conscientes de que hay cosas que no dependen de ellos y, por tanto, el sufrimiento es mayor. En función del momento en el que esto suceda y de las estrategias de gestión emocional que tengan, habrá niños/as y adolescentes que podrán resolver este miedo con naturalidad mientras que otros/as se sentirán sobrepasados/as y les producirá ansiedad. ¿Qué podemos observar?
- Miedo al tener que separarse de las figuras de referencia por si les pasa algo: no quiere ir al cole, prefiere jugar en casa…
- Miedo a dormir, sobre todo solo o sola.
- Miedo a suspender un examen, a equivocarse: preguntas recurrentes acerca de si lo que ha hecho está bien o mal; ¿pasa algo si…?
Como padres y madres, si observáis algunos de estos indicadores es muy importante validar la emoción que os está expresando vuestro hijo o hija y, posteriormente, explicarles que todas aquellas situaciones que sean nuevas o desconocidas pueden generar miedo e inseguridad ya que lo único que podemos “controlar” es lo que depende de nosotros/as. ¿Cómo acompañarles en este proceso?
- Ayúdale a identificar qué emoción está sintiendo y valídala. Le ayudará que seas un modelo para él o ella, explícale situaciones en las que puedas haber sentido este miedo y cómo has intentado gestionarlo.
- Fomenta su autonomía: como padre o madre es normal que sientas miedo o tristeza si ves a tu hijo o hija sufrir, no obstante, es importante que le acompañes en la gestión de sus emociones sin ocuparte de ellas. Si intentas resolver sus miedos o preocupaciones sentirá que no es capaz de hacerlo por él mismo o ella misma haciendo que necesite de vuestra presencia tanto para calmarse como para resolver situaciones similares futuras.
- Pregúntale qué necesita y cómo puedes ayudarle a relajarse. Enséñale diferentes formas de relajación para que pueda elegir cuál le viene mejor: dibujar, música, escribir, respirar, estar solo/a, un abrazo…
- Guía su atención al momento presente. Normalmente cuando tienen la necesidad de controlar para sentirse seguros/as, focalizan su atención en el pasado o en el futuro, anticipando negativamente lo que pueda ocurrir. Para redirigir al momento presente, pregúntale: “¿está ocurriendo ahora?”, “¿ahora qué podemos hacer?”.
- Permítete no saberlo todo. Como figura de referencia, cuando les invade el miedo, lo primero que suelen hacer es preguntarte para que resuelvas sus dudas y así su nivel de ansiedad disminuya. Es fundamental ser honestos y admitir que puede que no tengamos respuesta a algunas de sus preguntas, a pesar de ello, se les puede transmitir confianza y seguridad.
- Facilita la creación de un lugar seguro. Consiste en que los niños, las niñas y adolescentes que tienen miedo ante situaciones que no pueden controlar, tengan un lugar de referencia (físico o imaginario) al que puedan ir en aquellos momentos que lo necesiten para regularse emocionalmente. Para ello es importante preguntarles a ellos y ellas que les hace sentir tranquilos y construirlos juntos (un olor, una textura, una imagen, un recuerdo…).
Cada niño, niña y adolescente es único y sus características personales pueden facilitar o dificultar la gestión de este miedo. ¡Recuerda, no controlamos nada más allá de lo que depende de nosotros, por tanto, ayúdales a desarrollar habilidades con las que se sientan capaces de GESTIONAR!
Si tras haber puesto en práctica estas estrategias observas que tu hijo o hija sigue teniendo un nivel de ansiedad elevado, no dudes en pedir ayuda profesional, desde el equipo especializado en población infantojuvenil de Centro TAP estaremos encantadas de acompañarte.