

La adultez temprana es el periodo conformado entre la adolescencia y la adultez intermedia, la cual da comienzo a partir de los 20 años. Aunque cada etapa a nivel de desarrollo está diferenciada y caracterizada por los expertos por diferentes características que la definen, cuando nos vamos adentrando en la adultez, podemos encontrar unos años en los que nos podemos enfrentar a un momento de inquietud en diferentes áreas personales, estos son los comprendidos entre los 20 y los 30 años, aproximadamente.
“¿Estoy haciendo lo que realmente quiero hacer en mi vida? ¿Escogí la carrera ideal? ¿Mudarme o comprar una casa? ¿Estoy manteniendo la relación que quiero con mi pareja? ¿Matrimonio? ¿Les está yendo mejor a mis amig@s? Mis padres con esta edad ya tenían casa propia e hijos, ¿podría criar yo a unos niños con mis condiciones actuales?”
- Estos son algunos de los interrogantes que pueden aparecer en este periodo y generar la conocida como “Crisis del cuarto de vida”. Éste no es un término acuñado por la psicología, pero sí que es utilizado desde nuestra disciplina con frecuencia en los últimos años a la hora de hacer referencia al momento vital en el que se encuentran estos jóvenes adultos.
- Aunque es posible considerarlo como un momento que forma parte de la evolución personal de cada individuo, el problema radica en que las generaciones que van llegando a este momento evolutivo cada vez enfrentan nuevos desafíos que les llevan a replantearse su vida y que, en muchas ocasiones, pueden llegar a ser debilitantes para su bienestar y estabilidad personal.
¿Cuáles son los principales motivos de malestar e incertidumbre entre los 20 y los 30 años?
- Autonomía económica.
- Independencia de los padres.
- Construir un propio yo, aumentando la conciencia e implicación en temas sociales y de salud.
- Valoración del ámbito laboral, si me encuentro en un trabajo que cumple mis expectativas o, si no es así, búsqueda de uno nuevo con mejores condiciones laborales, más adaptadas a mis deseos.
- Poco reconocimiento. Nos encontramos en una edad adulta pero, en muchas ocasiones, se percibe que no somos valorados como tal.
- Valoración de relaciones de calidad. Tanto en las amistades como en la pareja, nos planteamos si estamos manteniendo el tipo de relación que nos gustaría mantener.
- Miedo e incertidumbre sobre cómo será nuestro futuro.
La aparición de la “Crisis del cuarto de vida” se ha visto más acentuada en los últimos años, esto puede deberse a diferentes factores que influyan en estos jóvenes adultos. Entre ellos, vemos importante destacar las condiciones sociales y económicas en las que nos hemos visto involucrados en los últimos años como consecuencia de la pandemia así como de otros aspectos a nivel internacional que han afectado a la estabilidad socio-económica del país. Esto ha podido influir a que aumente la presión a la que se enfrentan, en muchas ocasiones, al compararse con generaciones anteriores.
- Por otro lado, vemos importante destacar el papel de las redes sociales en este momento, ya que la exposición de la vida que se realiza a través de ellas y que, en muchas ocasiones, es distorsionada mostrando únicamente los éxitos de las personas, puede contribuir a la aparición de frustración y sensaciones de poca valía.
¿Cuáles son las consecuencias psicológicas más frecuentes en la “Crisis del cuarto de vida”?
- Frustración, incertidumbre, dudas ante el momento presente, preocupación por el futuro cercano, ansiedad, miedo, desilusión y baja autoestima. Si se ven alargadas en el tiempo y estos jóvenes no encuentran la forma de solucionarlo, puede generar sintomatología depresiva. Por ello, lo importante es resolver esta crisis de forma satisfactoria.
Aspectos importantes que trabajar para salir fortalecidos de este momento:
- Identificación de los propios valores, tener claro qué es importante para mí en cada una de las áreas personales.
- Darse el tiempo necesario para resolver los interrogantes que han surgido. Reconocer nuestras necesidades en el momento presente y actuar en consecuencia requiere de paciencia y serenidad para hacerlo de la forma más satisfactoria para nosotros.
- Encontrar la propia estabilidad. Fomentar el uso de herramientas y hábitos que nos ayuden al equilibrio y autocuidado personal. Técnicas de relajación, rutinas de deporte, nutrición saludable y/o tiempo para actividades que nos proporcionan bienestar pueden ser un ejemplo de ello.
- No temerle al cambio. Si guiarnos hacía nuestro bienestar conlleva algún cambio, debemos darle valor a esa movilización y reforzar nuestra capacidad de mejora.
- Confiar en las habilidades y competencias personales, que nos ayudaran a solventar este periodo saliendo reforzados de él.
“Cuando descubras algo que alimenta tu alma y te trae alegría, encárgate de quererte lo suficiente y hazle un espacio en tu vida” Jean Shinoda Bolen
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