

- Mucho hemos hablado de la importancia de la educación a la hora de generar un sano autoconcepto y por tanto una buena relación con nuestro cuerpo.
Los mensajes que nos mandan desde la infancia y los modelos con los que crecemos y nos relacionamos, marcan la línea que seguiremos en relación a la propia imagen: “Qué imagen queremos dar”, “cómo creemos que nos ven” y “cómo vemos al resto de personas”.
- Está demostrado que, incluso en el seno de la misma familia, esos mensajes y modelos no se han transmitido igual a hombres y mujeres, es decir, a niños y niñas.
- Vemos como, en los colegios es un problema común, las emociones desagradables que se comienzan a tener cuando toca exponer el cuerpo. Primeras excursiones a la piscina o al lago, enseñar más cuerpo cuando llega el calor etc. y esas emociones desagradables tales como, vergüenza, tristeza, rechazo, culpa, asco, odio etc. son experimentadas, en su gran mayoría por las niñas.
La edad a la que las niñas comienzan a sentir preocupación por alguna parte de su cuerpo o por su cuerpo entero, desgraciadamente ha ido descendiendo, colocándose en ocasiones a la edad de 8 años como el comienzo de estos pensamientos negativos y por tanto el riesgo de inicio de un trastorno de la conducta alimentaria o del estado de ánimo.
Por otro lado, los niños, reciben estas excursiones o novedades desde la alegría y la euforia, porque el análisis que hacen de esta experiencia es bien distinta. Donde ellas están preocupadas por su imagen y lo que los demás pensarán de su cuerpo, ellos se quedan en lo divertido que será bañarse, la alegría de salir de la rutina, compartir momentos con amigos y amigas, etc.
La pregunta ante estas grandes diferencias es : ¿POR QUÉ? Y la respuesta es muy sencilla. Por las diferencias a la hora de educar a niños y a niñas.
Es una labor de toda la sociedad generar mensajes positivos en torno al cuerpo y a la imagen.
- Potenciar que las prioridades a la hora de educar sean las basadas en salud, bienestar, generosidad, diversión, placer y todo aquello que está en nuestra mano.
- Generar modelos diversos, donde quede patente la autenticidad de cada una de las diferencias, tanto a nivel familiar, como social.
- Normalizar las características individuales de cada persona y no calificar como bueno o malo algo dado naturalmente.
A veces es difícil, fomentar estos patrones cuando nosotros y nosotras mismas hemos crecido en un entorno lleno de diferencias de género, pero con voluntad y concienciación, debemos conseguir difuminar esta brecha hasta que desaparezca.