

Hace unas semanas publicábamos un post en el que comentábamos algunos conceptos clave para aproximarnos a la diversidad sexual. En esta nueva entrada del blog queremos brindar algunas pautas para aquellas familias que deseen acompañar a los menores en el proceso de descubrimiento de su sexualidad y en la vivencia de la diversidad sexual desde el bienestar y el crecimiento.
- Las familias suelen ser una primera red de apoyo y, por tanto, fuente de bienestar y protección para los y las menores. Esta cumple un rol socializador para que el menor pueda adaptarse al entorno y desenvolverse en el mundo, brindándole herramientas, valores, y normas de comportamiento y de interacción con otros. En este contexto nos construimos como individuos.
Como comentábamos en el post anterior, la identidad de género y la orientación sexual no se eligen y, por tanto, tampoco pueden modificarse. La orientación y la identidad son aspectos que se descubren, no se deciden. Así, las familias no podrán cambiar la sexualidad de sus hijas/os, pero si pueden desempeñar un papel socializador en el desarrollo de valores como el respeto, la empatía y el aprecio hacia la diversidad, y favorecer que exploren su sexualidad desde la aceptación para que puedan vivirse y expresarse de manera coherente con quienes son desde el bienestar y la naturalidad.
Nada que arreglar
- Los factores que intervienen en el proceso de sexuación son complejos. La identidad de género y la orientación se van definiendo por las múltiples interacciones de todos los elementos biopsicosociales que nos van conformando desde antes incluso del nacimiento. Por tanto, estos aspectos de la sexualidad no se aprenden. No aceptar la realidad sexual del menor, presionarlo o castigarlo no van a modificarla, pero sí pueden favorecer que aparezca rechazo o culpa hacia quien es y procesos de homofobia interiorizada.
- No debemos dar por sentadas la heterosexualidad y las realidades cisgénero; el resto de orientaciones y de identidades trans y no binarias son igual de válidas y naturales. Educar desde la infancia para que estas realidades se contemplen como una posibilidad habilitará un marco de comprensión de la diversidad que ayudará a los y las menores a comprender su sexualidad y la de las personas que los rodean desde la naturalidad y la aceptación.
- No hay nada que deba ser modificado o curado (así como tampoco buscaríamos tratamientos para cambiar el color de ojos de los menores) por lo que intentar que pasen por procesos psicológicos para “arreglarlo” o por “terapias de conversión” no sólo no va a cambiar su realidad sexual (no olvidemos que estas terapias son pseudocientíficas y atentan contra la dignidad y los derechos humanos) si no que contribuirá a que se sientan rechazados por su familia, perdiendo un espacio de protección.
Sin etiquetar: observando, escuchando y esperando
- En ocasiones, los padres acuden a consulta con dudas respecto a la orientación sexual o la identidad de sus hijes al observar comportamientos que no son los que social y tradicionalmente se ha esperado de su género. Si observan que su hijo juega con muñecas o se disfraza de princesa, o que su hija prefiere los juegos físicos y quiere disfrazarse de superhéroe, pueden acudir a sesión desde la preocupación, la búsqueda de certidumbre o intentando facilitarles la situación a sus hijos/as ante la posibilidad de que no sean heterosexuales o que sean niñes con experiencias trans.
- El comportamiento no indica ni la orientación ni la identidad de género. Los comportamientos que esperamos de un niño o una niña en base a su sexo son roles de género. Los peques construyen poco a poco estos roles y, a veces, somos los adultos los que interpretamos sesgadamente sus comportamientos y les atribuimos significados que ellos y ellas no les dan.
- No podemos saber si una persona tiene una identidad trans o si es gay, lesbiana, bisexual, asexual, etc. si ella no lo dice. No se trata de adivinar la identidad o la orientación del menor si no de transmitir valores que incluyan la diversidad sexual, no dar por hecho la cisheteronorma y observar, escuchar y esperar, sin adjudicar etiquetas precipitadas (que pueden no comprender aún) para permitirles explorar su expresión de género libremente, sin que sea un problema o vaya más allá de un juego.
Sin forzar las revelaciones
- Por la necesidad de saber, por mostrar apoyo a sus hijes o para mantener una comunicación en confianza, algunas familias pueden intentar forzar una revelación de la orientación o identidad de los y las menores si creen que pueden no ser cisheteronormativas.
- «La salida del armario» puede ser un proceso lento, y se puede necesitar atravesar distintas etapas antes de comunicarlo. La revelación de la identidad y la orientación en familia deberían ser acciones de autoafirmación. Forzarla puede generar ansiedad y malestar, especialmente cuando la persona no se siente preparada para hacerlo, si está en proceso de autoconocimiento, descubrimiento o aceptación. Forzar una conversación al respecto puede provocar que se sientan obligadas/os a definir aprisa su sexualidad (que puede estar aún en plena exploración) o que aún no se sienten preparadas/os para darla a conocer.
- Se trata de respetar los tiempos y necesidades de los y las menores para que puedan ir definiendo y clarificando su orientación e identidad y generar espacios de comunicación en los que se transmita esta apertura a la diversidad. Esto favorecerá que puedan ir elaborando un discurso propio y planificar cuando transmitirlo, lo que aumentará su sensación de autoeficacia y seguridad.
Si el lenguaje sobre diversidad sexual os resulta un poco confuso, os recomendamos que consultéis el post anterior. Y si tras leer estas pautas dudáis sobre cómo acompañar a los y las menores, podéis seguir formándoos sobre diversidad sexual, contactar con asociaciones de familias de menores LGBTQIA+ o acudir a nosotras, que estaremos encantadas de acompañaros.