

Con la llegada del verano, comienzan las prisas por lograr “el cuerpo perfecto”. Año tras año, se demuestra cómo solo unos pocos meses antes, aumentan los usuarios apuntados a los gimnasios, las consultas de los nutricionistas y dietistas se saturan y por supuesto el recurrir a las llamadas “dietas milagro” o “exprés” es, en este periodo una práctica donde se hace con mayor frecuencia.
Y todo esto, ¿por qué? Por el temor a tener que mostrar el cuerpo sin ropa ni ningún elemento que lo tape y experimentar sensaciones de malestar al percibir que no se encaja con los cánones físicos socialmente establecidos.
- Evidentemente, estamos en nuestro derecho de querer cambiar algo que no nos gusta o modificar algún aspecto de nuestra imagen para lograr vernos más favorecidas/os.
- También está bien, querer cuidarse, y adoptar unos nuevos hábitos de alimentación o de actividad física con el fin de adquirir mayor calidad de vida en cuanto a agilidad, resistencia, aspecto de la piel o el cabello etc.
- El problema viene cuando, estas no son las causas principales de proponerse un cambio si no el querer perder peso en tiempo récord para así, sentirnos más cómodas/os en bikini ante el juicio de los demás y el nuestro propio.
- Las campañas publicitarias, desde hace ya muchos años, han ido en la dirección de “prepara tu cuerpo para el verano” o “como conseguir el cuerpo ideal en bikini” haciendo famosa la llamada “operación bikini”.
La sociedad, las redes sociales, la publicidad etc. generan este efecto de necesidad en nosotros/as, provocando el crecimiento de nuestros complejos (artículo: vivir con complejos) y llevándonos incluso a querer evitar planes de ocio que en realidad nos apetecen.
Consecuencias de la “operación bikini”:
- A nivel físico: llevar al cuerpo a extremos como ayunos excesivamente largos y sin control nutricional, restricciones de algún grupo de alimentos, tomar laxantes y diuréticos o consumir productos que provocan pérdida de apetito o bien, a quemar mayor número de calorías por minuto, favorecen que el organismo realice un sobresfuerzo, haciendo que órganos importantes como el hígado, los riñones o el páncreas tengan que trabajar sobreactivados y por tanto aumentar la probabilidad de desajustes metabólicos, trastornos del organismo o enfermedades.
- A nivel cerebral: Los cambios drásticos en la alimentación pueden afectar a importantes neurotransmisores que median en nuestro estado de ánimo, o nuestros ciclos de sueño-vigilia y hambre-saciación provocando por tanto desajustes en estas áreas con sus peligrosas consecuencias como depresión, irritabilidad, confusión o desorientación, etc.
- A nivel emocional: Intentar en poco tiempo obtener unos resultados determinados que naturalmente conllevarían meses o incluso años, hace que la probabilidad de fracaso sea alta, con las consecuentes emociones de frustración, impotencia, baja autoestima, sentimiento de insuficiencia, inseguridad etc., provocando un efecto radicalmente opuesto al perseguido.
- A nivel social: Priorizar la imagen corporal (artículo: Imagen corporal: conformación de identidad y sana autoestima) o el peso, para sentirnos parte de un grupo y así lograr una integración y por tanto un refuerzo social hace que se olvide lo realmente importante de la propia socialización, desdibujándose los valores basados en la amistad, comunicación, el disfrute o la confianza. Además de esto, se genera un efecto paradójico de aislamiento ante esos sentimientos de vergüenza o de no conformidad, resultando, una vez más, el efecto contrario al buscado.
- A todos estos efectos negativos de realizar esfuerzos tremendos con la comida o ejercicio físico para conseguir un cambio físico veloz, normalmente relacionado con perder peso, hay que sumar el famosos Efecto rebote. Al abandonar la dieta o rutina extrema que estamos realizando el cuerpo tiende a volver al estado anterior compensando todo lo perdido y recuperando aún más peso del que partíamos. Pero el efecto rebote, también ocurre en el aspecto psicológico, dejando secuelas que pueden derivar en trastornos de la conducta alimentaria, depresión, ansiedad y muchos otros.
¿Qué podemos hacer?
- Trabaja en ti mismo/a y tu autoestima. El autoconocimiento te permitirá averiguar tus puntos fuertes y débiles y saber si esos los quieres cambiar o debes trabajar la ACEPTACIÓN.
- Básate en criterios que realmente sean importantes para ti a la hora de decidir si aceptar o rechazar un plan; la compañía, la actividad, el lugar etc. y no aspectos cómo tu físico o la creencia que tienes de él.
- Si deseas modificar alguna parte de tu cuerpo o tu cuerpo entero y crees que, con alimentación, actividad física y adquiriendo hábitos saludables se puede conseguir, plantéate esto como un objetivo a largo plazo, donde no hay una meta en sí, más que la de adquirir esas nuevas costumbres por tu bienestar.
- Vive el presente y focaliza lo que sientes y experimentas cuando estés en situaciones que a priori te pueden resultar incómodas como puede ser estar en la playa o la piscina. La actitud es lo más importante. Con seguridad y confianza no sentirás que la gente te observa y te juzga (y si lo hacen, ¡no lo podemos controlar!)
La mejor respuesta a la pregunta de ¿cómo preparar un cuerpo para lucir el bikini en la playa? Es: ponte un bikini y vete a la playa.
En el equipo de profesionales de Centro TAP encontrarás el soporte que necesitas para afrontar el verano como mejor necesitas, contacta con nosotras si te percibes con dificultades.